La cita

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Matt

Por lo general, cuando las personas se me acercan es por dos cosas en específico: la primera, invitarme a fiestas extrañas para que llevara las sustancias que tanto amaban, y la segunda, para poder llegar a mi mejor amiga, Meredith.

Entonces, ahora con esta confesión de Nicolás podía estar seguro de que la razón para que me dejara ser su amigo era esa: Poder acercarse con confianza a Meredith. Aunque si lo pensaba no tenía sentido, pues, ¿no se conocían ellos ya? ¿No habían tratado antes? ¿Por qué no llegar por su propia cuenta? Tal vez antes no se atrevía o no sentía la misma confianza que podía sentir ahora. Y de ser así, ¿entonces eso significa que me está utilizando?

Si tenía razón, entonces no era nada para sorprenderse, no es que fuese algo nuevo o que no hubieran hecho antes. De hecho lo habían hecho tantas veces que ya había terminado por acostumbrarme. El que la gente se me acercara por conveniencia ya era común en mi día a día, entonces estaba bien. Así que, no hay razón alguna para que no le ayude a él con ella. Después de todo, harían una bonita pareja.

Y así estaba la cosa ahora: tenía una «cita» con un chico, y a su vez, dicho chico sentía algo por alguien. Y ese «alguien» no era yo, sino que era mi mejor amiga. Quien, al parecer, o era lesbiana, o no quería ningún tipo de interacción con los chicos, porque jamás la había visto con uno. ¿Cómo podía trabajar con eso?

¿Debía yo trabajar con eso?

—¿Hablas de Nicolás Jones? —La pelirroja me mira confundida, con el cejo fruncido y las pequeñas arrugas en su frente presentes.

—Sí —repito por milésima vez.

—¿El mismo que nunca habla con nadie y se limita a
existir?

—Sí Meredith. Ese mismo. El pelirrojo igual que tú, con ojos de distinto color y que usa lentes. ¿Te suena?

—Eso es imposible —dice, negando una y otra vez con la cabeza—. O sea, yo lo quería para ti, no para mí.

—¿Perdona?

—Ay, debo dejar de pensar en voz alta —dice como si recién se diera cuenta de lo que ha dicho y que lo ha hecho en voz alta—. A mí no me gusta, ¿entiendes? No es para nada mi tipo. Además, es muy parecido a mí, ¿y si dicen que somos hermanos?

—Mira el lado bueno, podrían hacerse pasar por hermanos en los viajes escolares para que los dejen dormir juntos —una risita se escapa de mis labios tras decir eso. Pero es que sí, hay que verle el lado bueno a las cosas. ¿Y qué mejor que compartir la habitación con tu pareja?

Pero Meredith tenía razón. Si los ponías juntos y los mirabas, parecían hermanos. Compartían muchas características físicas.

El cabello rojo de raíz a puntas levemente ondulado, la piel blanca, limpia y suave. La nariz perfecta y los labios rosados y perfectos. Creo que una de las pocas cosas que no compartían eran los ojos. Pues los de ella son azules y los de él heterocromáticos. Especiales, distintos a los de cualquier persona a la que hubiera conocido antes. Ni siquiera el tono gris que tenían los de Christopher me habían parecido tan únicos, y eso que también era la primera vez que apreciaba unos ojos así. Pero cómo sea, el hecho es que Nicolás y Meredith podrían fingir ser hermanos e incluso yo se los creería. Y no sería el único, pues apuesto a que mucha gente en el instituto ha de pensar que son hermanos. De no ser por sus apellidos, hasta los profesores los asociarían como familia.

—No seas ridículo, Mateo. Todo esto es ridículo. Yo no puedo gustarle, tienes que gustarle tú —me señala, haciendo un gesto de obviedad. A mí la idea me parece absurda, así que inconscientemente frunzo el ceño.

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⏰ Última actualización: 5 days ago ⏰

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