Mateo

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Nicolás

—La clase empezaba a tornarse aburrida, y eso que apenas llevaba 15 minutos de haber empezado. El sueño trataba de invadirme. Mis ojos se iban cerrando poco a poco y las palabras de la profesora comenzaron a perder la coherencia. Apoyé la cabeza sobre el escritorio para tratar de quedarme dormido, pero un ruido en la puerta me despertó…

—Mierda —susurré, aún con los ojos cerrados, porque en realidad no me importaba nada de lo que estuviera pasando.

—Segundo día de clases y ya estás llegando tarde —Le regañó un poco enfadada.

—Es que, se me hizo un poco tarde y…

—No me interesa —le interrumpió—. Pasa, Mateo.

¿Mateo? Abrí los ojos poco a poco y fijé mi mirada en el chico que escuchaba atentamente el discurso que le estaba dando la profesora. Fruncí un poco el ceño al ver que efectivamente se trataba de él. Del chico que me había fastidiado la noche anterior, y por el cual ahora estaba muriendo de sueño. Levanté la cabeza del escritorio y crucé mis brazos para seguir mirándolo fijamente.

—Espero que esto, señor Mateo, NO se vuelva a repetir —advirtió la mujer—. ¿Entendió?

Él asintió con pesadez y empezó a buscar con la mirada a… ¿Su amiga? Fue hacia ella y se sentó a su lado.

—Maldito chicle —susurré dirigiendo nuevamente mi mirada hacia el tablero.

La clase empezó nuevamente, la fastidiosa voz de la profesora resonaba en el aula y las voces de algunos compañeros se mezclaban con la de ella haciendo que me resultara imposible entenderle.
En un momento dejé de prestar atención y me dediqué a hacer garabatos en mi cuaderno para no dormirme.

—Nicolás —mierda, odiaba que dijeran así—. ¿Estás prestando atención?

—No —respondí poniéndome de pie.

—¿A dónde va? —preguntó al ver que me dirigía a la puerta.

—¿Está ciega? —respondí mirándola mal—. Me voy, su clase me aburre, profesora.

Me miró, su rostro estaba rojo. Al parecer se había enojado.

—¿Por qué me mira así? —pregunté. Y al no obtener respuestas, me encogí de hombros y me dispuse a salir del lugar. Pero antes de hacerlo, me giré hacia ella y la observé.

—Maestra, su voz es insoportable, tanto, que me provoca dolores de cabeza y pesadillas.
Dicho esto, abandoné el lugar.

//

El instituto no era muy grande, apenas había logrado encontrar un lugar en el cual podía estar sin ser molestado por ningún profesor.
Casi todos estaban en clase, por lo que mi única compañía en ese momento era la soledad.
El cansancio se había esfumado, era inútil tratar de dormir. La más mínima sensación de sueño se había esfumado cuando…

—Maldito Mateo —dije poniendo los ojos en blanco. Dios, de no haber sido por él seguiría durmiendo. De no ser por ÉL no me hubiera desvelado, joder. Ese jodido tipo era la razón de mi desgracia en ese momento.
Sentí la necesidad de ponerme de pie e ir a por él. A tirarle en cara toda la mierda que estaba pasando por su culpa. Pero me contuve al recordar que él estaba en clase y que yo no podía regresar ahí.

Pero si podía mandarle un mensaje. Decidido tomé mi celular y empecé a teclear.

Nicolás Jones

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