Capítulo 19.

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—¿Te la frotaste? —me preguntó Soarin.

—Sí —afirmé sin dudarlo.

—¿¡Sin ropa, como te ordené!?

—Obvio.

—¿Por todo el cuerpo? —arqueó una ceja.

—Que sí.

—¿Hasta en la cara y el pelo?

—Que sí, Soarin. Ya me froté completa con el jabón que me prestaste para quitarme la tierra de encima del partido de fútbol.

Conversación 100% normal, sin probabilidades de malinterpretaciones.

—Pues bien, será mejor que volvamos al campo y veamos qué es lo que quiere el entrenador —anunció Soarin.

Fui detrás de él, divisando al resto de mis compañeros esperando al entrenador. Quedamos quietos, Soarin y yo, frente a los demás, y aunque aún no había tomado mucha potestad sobre mi papel de capitana, estaba feliz de poder ser parte del equipo, al menos.

Todo gracias a la influencia de Soarin. Y también a Ophelia, que de no haberme avisado de los dramas de Novalee, no estaría aquí ahora.

Jason estaba casi al fondo y lo mismo sucedía con Novalee; los notaba a los dos muy tensos y con una especie de mirada sospechosa. Algo no iba bien y yo debía descubrir qué era.

El entrenador finalmente llegó al campo. Todos los integrantes del equipo se giraron hacia él, expectantes, mientras el murmullo de la conversación se desvanecía.

—¡Atención, equipo! —anunció con entusiasmo—. Tengo una gran noticia: después del 14 de febrero habrá un partido de fútbol muy importante. ¡Es nuestra oportunidad de demostrar de qué estamos hechos!

Un murmullo de emoción recorrió el lugar. Sin pensarlo dos veces, di un paso al frente.

—¡Cuenten con nosotros para la victoria! —exclamé con determinación. Si iba a ser capitana, debía comportarme como tal.

El entrenador sonrió ante mi entusiasmo, pero su expresión se tornó seria.

—Valoro mucho tus palabras, Dash, pero hay un pequeño problema...

Los murmullos se intensificaron entre los jugadores del equipo femenino y varonil, y el entrenador dirigió su mirada hacia Soarin, que parecía cada vez más preocupado.

—Dígame que no es en donde estoy pensando —dijo Soarin, su voz tensa como una cuerda de guitarra; parecía que por un segundo lograba leer los ojos del entrenador.

El hombre frente a nosotros respiró hondo antes de responder.

—Lamentablemente, sí —hizo una pausa que pareció una eternidad—. La competencia será en Axpex.

El silencio se apoderó de todos al instante. Unánimes miramos a Soarin, y la preocupación se reflejaba en sus ojos. Sabía lo que ese lugar significaba para él.

Soarin cerró los ojos y apretó los puños a los lados de su cuerpo; luego, destensó su cuerpo soltando un jadeo.

—No puedo escapar de lo que viví allí... —murmuró Soarin, su voz quebrándose—. Es hora de enfrentar mis demonios.

En ese momento, un integrante del equipo, un chico llamado Blaze, rompió la tensión con una sonrisa burlona.

—¿Demonios? ¿Qué demonios? ¡Yo solo quiero saber si hay comida gratis en Axpex! —dijo, guiñando un ojo—. Porque si no hay pizza, ¡no me interesa!

Aunque algunos soltaron risitas nerviosas, la seriedad del momento no se disipó del todo. La mirada de Soarin se oscureció mientras luchaba con sus pensamientos.

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