Yo, mi vida, es como la de la mayoría de las adolescentes, o más bien, como la de algunas. Déjenme darles un ejemplo: Primaria, todo está bien, tenes amigos, buenas calificaciones y un futuro planeado. Llega la secundaria y todo se va al carajo, tus amigas dan un vuelco totalmente para un lado y vos sin querer te vas al opuesto. Te sentís sola, incomprendida, empezás a leer y a escuchar bandas que nadie conoce, pero que para vos son las mejores. Tus amigas embellecen, tienen muchos más amigos y empiezan a salir con chicos. Te sentís más sola e incomprendida, engordás, descuidas tu imagen y para cuando te querés dar cuenta, estás en una secundaria que odiás, con un grupo de amigas al que pertenecés y no pertenecés al mismo tiempo, tenés una figura que no te gusta, la última vez que saliste con un chico tenías once años y, para tu fortuna, él te dejo para irse a vivir a otro continente. En resumen, esa fue mi vida y mis primeros tres años de secundaria. Pero no voy a empezar esto con esa historia, voy a empezar esto con el momento en el que mi vida cambió, y no, no piensen que fue solo conocer a un chico, no. Fue mucho más que eso, pero todo empezó así, de la manera más extraña y bizarra posible.
Eran como las tres de la tarde y estaba yendo a un supermercado cerca de casa. Estaba tan mal vestida como de costumbre: jeans gastados, un buzo enorme y un gorro con el que pretendía que no se note lo enredado y grasoso que estaba mi pelo. Tengo que admitir, que después de todo lo que pasó, deje de preocuparme por mi apariencia hace ya bastante y no solía cambiar mucho de ropa.
Agarré uno de los canastos de supermercado y comencé a buscar queso crema light, como si este hiciera una diferencia en mi dieta a base de comida chatarra pero mi mamá esta obsesionada con mi peso y quiere que compre estas cosas. Sin embargo, fue más fuerte que yo y cambie el queso por uno de marca más barata y agregué unas latas de gaseosa y unas papas fritas. Revisé si quería algo más y camine hacia la caja. Empecé a frustrarme al ver que la cola no avanzaba y eso sumo a mi mal humor y empecé a pensar en todo, mis problemas, mi familia, mis "amigos", todo. Era una semana en la que todo, estaba mal, o más bien, peor que antes.
Estaba hundida en mis pensamientos, cuando sentí un golpe del frio metal de un carrito de supermercado. Automáticamente me di vuelta y vi a un chico de mi edad que se sonreía, lo que me enojó muchísimo.
-¿Qué te pasa, flaco?- Estaba de muy mal humor como para ser políticamente correcta.
En ese segundo pude notar, bueno, lo lindo que era...¿a quién le miento? Estaba buenísimo. Me di vuelta para que no vea que me ponía colorada, siempre me pongo colorada, odio que vean eso y odio que los chicos lindos siempre sean tan engreídos.
-Disculpá, Ana- dijo
-¿Qué?- me di vuelta- ¿Cómo sabés mi nombre?
Se rió como si fuera algo obvio.
-¿No sabés quien soy? Yo...
Estaba por decir algo más cuando la voz de la cajera gritó <¡El que sige!> con un tono de voz bastante malhumorado
Avancé rápido y le empecé a pasar mis cosas. Una vez que escaneó todo busqué mi billetera, la abrí esperando que me diga el total cuando noté que solo tenía diez pesos.
Empecé a disculparme con la cajera y a explicarle por qué no iba a llevar nada cuando el chico de atrás mío me interrumpió.
-Emm, agregame esto. Pago yo.
Al verlo, la cajera se arregló el pelo y sonrió mientras le escaneaba lo que había agregado.
Simplemente no entendía nada. ¿Quién le anda pagando las cosas a desconocidos? Me quedé quieta detrás de el viendo la escena. Todo me parecía totalmente surreal.
Cuando ya todo estaba embolsado, el sacó su billetera y pagó el total. Tomó un par de bolsas y me miro sonriendo.
-Si pensas que también voy a llevar todo, estas muy equivocada- dijo
Entonces reaccioné y tomé la bolsa que tenía lo mío y salimos del súper con total naturalidad.
-Disculpá, pero no entiendo, ¿por qué pagaste todo?- me animé a preguntar.
Se tomó unos segundos para contestar, mientras me miraba muy detenidamente.
-Ana, ¿no me conocés en serio?- dijo totalmente divertido
Busqué en mi cabeza, pero creo que si conociera a un chico así lo recordaría.
-No, en serio, disculpá.
-Pero si nos conocemos de toda la vida.
-¿Qué?- no pude evitar reírme, tenía que estar loco, era todo totalmente ridículo.
Él también se rió, parecía causarle risa todo.
-Bueno, ¿Qué hago con la plata que te debo?- le dije todavía entre risas-¿Cómo te la devuelvo?
-No pasa nada- dijo- me lo devolvés después.
-¿Cómo después? Dije y el volvió a reírse, como si el supiera algo que yo no.
-Vas a ver que ahora que nos conocemos, me vas a ver más seguido.
-Okey- decidí no preguntar mas ya que ya había llegado a mi casa y todo ya había sido bastante raro. Comencé a abrir la puerta.
-Bueno, entonces nos vemos- dije
-Nos vemos- me saludo con total confianza y se fue.
Entré a mi casa tratando de procesar todo lo que acababa de pasar. Un chico que parecía que se había escapado de una película me conocía de toda la vida y me había pagado mis compras. Increíblemente surreal para mi. Dejé las cosas en la cocina y subí a mi cuarto. Extrañamente estaba de buen humor, noté eso cuando vi todo el desorden de mi habitación y recordé, bueno, todo, el desorden que era mi vida. Mi mal humor volvió después de un rato, pero con una extraña sensación que ya no me abandonaba.