19- Bolas de arroz

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-Hum... -dijo Shiro- oye Mao, ¿Por qué te has puesto le pijama?, solo es medio día –dijo Shiro.

-Porque no creo que salga, la verdad –contestó ella.

-Pero esta tarde hay entrenamiento... -dijo Shiro.

-Pues por eso mismo –replicó Mao.

*Por la tarde*

-¡Me voy al entrenamiento! –gritó Shiro para que le oyesen sus padres.

Se habían ido a su habitación a seguir con juegos para mayores.

-Adiós –se despidió Mao levantando una mano desde el sofá.

Estaba viendo un partido de fútbol de los próximos contrincantes del Raimon.

Tenía planeado volver con el equipo en cuanto los chicos se hubieran calmado. Se habían alborotado bastante al saber su secreto.

-Oye Dai, ¿qué haces? –le preguntó la chica a su hermano, en cuanto oyó que Shiro se había ido.

Daisuke estaba en la mesa del comedor con un montón de papeles esparcidos, que no dejaban ver la superficie de ésta.

-Papá me ha pedido un favor –contestó algo distraído.

-Espero que no tengamos problemas económicos... -dijo la chica- no me gustaría tener que robar otro banco.

-No es por el dinero, puedes estar tranquila –contestó el chico.

A su madre no le gustaba que robasen, pero como en la familia nadie trabajaba, de algún lado tenía que salir el dinero, ¿no?

Su padre, Mao y Shiro, se encargaban de sacar el dinero; su madre y Daisuke estaban en la retaguardia, por si algo salía mal.

De repente sonó el móvil de Mao.

Era Shiro.

¿Otro problema?, pensó.

Mao contestó y Shiro le dio una noticia que no esperaba. Rápidamente subió a su habitación a vestirse. Tenía que ir a toda prisa al entrenamiento.
-Daisuke, tengo que irme -le dijo a la nada.
Dai, había dejado una nota encima de la mesa, que ahora estaba despejada.

He tenido que salir. Volveré pronto, solo son cosas del nuevo trabajo.
Daisuke

Debajo de la nota, la chica añadió:
Yo también he tenido que irme.
Mao

La chica llegó al entrenamiento muy rápido.

-¡Hey! -saludó con la mano levantada y una sonrisa traviesa en la cara.
Sus ojos solo miraban a una única persona, pero todos los demás la miraban a ella. Nadie estaba jugando en el campo, habían hecho un pequeño descanso.
-Así que te vas, eh -dijo Mao dirigiéndose a Kevin.
Ella se mostraba bien, como si el hecho de que ya no podría hacer enfadar a su viejo contrincante no la afectara en absoluto. Eso quería que pensasen todos. Odiaba mostrarse débil.
-Me sorprende que hayas venido a despedirte -dijo Kevin en un tono amable- ¿eso quiere decir que me vas a echar de menos?
-Pfff... -la chica casi se puso a reír- ¿Que tonterías son esas?
Así empezó otra amistosa guerra de insultos e insinuaciones que solo Jude pudo parar.
-Bueno -dijo mirándose el reloj- si no me voy ya, perderé el avión.
Acto seguido, todos se despidieron de él. Todos menos Mao, que aprovechó la confusión de la despedida para escabullirse.

*En el aeropuerto*

Kevin iba vestido con un traje blanco y llevaba una única maleta de mano. Miraba los aviones que despegaban y se iban de Japón.
Ese era su futuro cercano. En pocos minutos cogería un avión y se despediría de Japón para irse a jugar a la liga italiana.
Es verdad que no quería irse, pero tenia una vida profesional en Italia que no podía dejar de lado.
Ensimismado en sus reflexiones, no se dio cuenta de que una niña estaba a su lado y le tiraba suavemente del traje blanco.
Kevin se dio la vuelta para ver quien requería su atención.
-Toma -dijo la niña extendiendo algo cuadrado envuelto en un pañuelo de color azul.
La niña se fue rápidamente. Llevaba una gorra así que no le pudo ver la cara, pero de alguna forma, su silueta y su forma de caminar, le resultaba extrañamente familiar.
Abrió lo que le habían entregado y se encontró recordando algo olvidado.

-¡Escúchame, idiota! -le dijo Mao a Kevin- Mark, Jude y algunos otros me han obligado -hizo énfasis en la palabra "obligado"- a hacer una tregua contigo. Quieren que no nos peleemos durante todo el día de hoy.
-¿Una tregua? -le preguntó extrañado- ¿pero un día no es demasiado tiempo?
-Lo sé, es lo que les he dicho pero insisten en que tampoco es para tanto.
-Humm... -dijo sin estar convencido.
-Te he traido esto como ofrenda de paz -le extendió una fiambrera azul con un rayo dibujado- cuando te comas lo que hay dentro devuélvemela.
-¿Bolas de arroz? -dijo abriendo la tapa y cogiendo una- no le habrás echado nada, ¿no?
-Yo me voy, no pienso aguantar tus estupideces hoy -le dijo mientras se giraba- por cierto, tienes que entrenar más, con tu nivel no ganaremos el mundial.
-¡Mira quien habla! La que no entrena porque dice que es demasiado buena jugando -le miró con rabia.
-Chicos, acabais de hacer una tregua -dijo sonriendo Mark que había aparecido justo en ese momento.
-Agh, me voy a por un helado -dijo Mao empezando a caminar.
-Pero ahora tenemos entrenamiento... -dijo Mark en voz baja.

Bolas de arroz. Kevin tenía en sus manos algunas bolas de arroz y seguramente la chica que se las había dado era Mao. No pensaba que ella se acordara de ese día pero por lo visto la había subestimado.

*De vuelta al entrenamiento*

Mao había ido al aeropuerto a darle un regalo de despedida a Kevin y luego había vuelto al entrenamiento.
Quería acompañar a Victor a su casa después de tanto fútbol.
-Mao -la llamó Shiro.
Había justo llegado y ya la llamaban... Esperaba que no fuese para echarle una bronca o algo parecido.
-Kevin ha dejado esto para ti -continuó Shiro- él te lo quería dar a ti, pero te habías ido.
Shiro le entregó algo rectangular envuelto en un pañuelo blanco.
No puede ser, pensó Mao.
En cuanto lo abrió, pudo comprobar que eran bolas de arroz.
Cogió una y la miró detenidamente. Como si fuera un objeto valioso. Acto seguido se lo llevó a la boca y no solo se contentó con esa, sino que rápidamente se acabó todas las bolas de arroz.
Shiro la miraba con una sonrisa fraternal y pudo ver que al acabárselas, casi se le caía una lagrima a la chica. 

-¡Mao, Shiro! -en ese momento les llamó una voz algo familiar. 

¿Quién podía ser?

Sobre todo, fútbol - Inazuma Eleven GoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora