En tanto lo creas... Se hará realidad.

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De repente soltó mi barbilla y me tendió su brazo, para que me aferre a él, con algo de timidez lo tomé, mientras desviaba mi vista hacia el suelo, no quería mostrar lo avergonzada que estaba; nos acercábamos hacia la puerta y mis nervios aumentaban cada vez más, mi corazón palpitaba con aquella velocidad a la cual solo llega gracias a Sebastian.

Giró la perilla lentamente sin soltar mi brazo ni despegar sus penetrantes ojos de mi persona, al acercar la puerta hacia nosotros, vi una sombra que cayó encima mío, estaba a punto de caer bajo esta, cuando aquél demonio me tomó de la muñeca acercándome bruscamente hacia él y causando que aquél bulto caiga directamente al suelo, escuchándose un chillido tras el impacto.

Mi torso volvió a rozar el de Sebastian, mi rostro volvió a acercarse al suyo, cada vez me sentía más dichosa por el hecho de tenerlo en mi vida.

Debería dejar de soñar despierta... pero teniéndolo a mi lado ¿Cómo es posible no hacerlo?

Regresando a la realidad, después de alejar mi cuerpo del de mi mayordomo, me acerqué a aquél bulto que había caído sobre mi segundos antes, agachándome a su lado y retirando la maraña de cabellos negros que cubrían su rostro descubrí que era Ana, estaba espiándonos, ¿Sabe ella de todo lo ocurrido con Sebastian?

Me seguía atormentando a mi misma con un sinnúmero de preguntas, hasta que escuché la voz del mayordomo, quien mientras hablaba volvía a tomarme de la cintura.

-¿Qué hace usted aquí señorita?¿Acaso sabe que espiar es de muy mala educación?- Dijo él, observándola desde arriba, demostrando autoridad y algo de prepotencia en su lenguaje corporal, como si ella fuese solo un gusano de tierra o una minúscula pelusa en el suelo; no lo negaré... Me encantaba ver esa parte de él.

-Yo... yo ¡¿Cómo es posible que te guste Marianne?! Si me tienes a mi enfrente, soy bella, inteligente y seré una buena esposa mientras ella; es extraña, tonta, maleducada y está loca, su cabello no tiene color alguno al igual que su piel, es como un maldito vaso de agua, Marianne es completamente insípida e ingenua.¿Cómo una mujer así podría complacerte?-

Dijo Ana, poniéndose de pie mientras sacudía el polvo de su vestido con ambas manos, casi gritando soltó toda clase de sandeces frente a ambos, para luego tomar a Sebastian por el brazo con el que me sostenía, buscando que me soltase y cayese al suelo; aunque él nunca me soltó, cada vez sentía su agarre más fuertemente, me protegía de ella, me salvaba de Ana.

Sebastian la empujó ligeramente, alejándola de nosotros, rió como es su costumbre y dirigió una mirada que asustaría a cualquiera hacia mi estúpida hermana, frunció el ceño y empezó a hablar.

-Señorita, sé muy bien que la tengo enfrente, al igual que sus hermanas, quienes no dejan de ofrecerse a mi, pero sinceramente, no me interesa saber sus nombres siquiera; usted alardea ser bella, una dama muy bien dotada tanto física como intelectualmente; permítame decirle que se equivoca, usted desconoce cómo colocarse un vestido sola, desconoce cómo cocinar, desconoce el ser una buena persona, su forma de vida, su alma es tan asquerosa, usted es una mujer repulsiva, sin anhelos, inteligencia ni conocimientos básicos, es simplemente un maldito parásito que se dedica a malgastar el dinero de su padre en bellos vestidos y una enorme cantidad de maquillaje, para rematarlo, usted envidia a mi lady, porque observa en ella todo lo que usted jamás tendrá; porque la naturaleza no le dio los recursos para poseerlo.-

Cada palabra que él pronunciaba hacía que la expresión de Ana cambiase, desde una de ira extrema, hasta tristeza, pasando por su estúpida mirada de cordero herido, yo no podía hacer nada más que observarla con aires de grandeza, con la misma expresión que ella siempre hacía al burlarse de mi o insultarme.

Kuroshitsuji: La historia antes de lo conocido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora