Realidad cambiada ¿Podré acostumbrarme?

857 63 8
                                    

Aquél hombre, el demonio de la noche anterior, se situó en frente de mi,  se arrodilló y tomó mi mano para posteriormente besarla y situar su mirada sobre la mía.

-Lady Marianne, estoy a su servicio, soy solo suyo y siempre lo seré- Repitió con seguridad.

Aquellas palabras hicieron que me avergonzara... o al menos, eso creo. ¿Si siento un gran calor recorrer mis mejillas, a mi corazón latir rápidamente y un temblor en mis piernas, se denomina a eso avergonzarse... o no?

El demonio se puso de pie y se acercó a mi, realizando un gesto de burla, como si algo le causara muchísima gracia y el intentase reprimirlo.

-Por favor, joven ama, usted no debe realizar este tipo de actividades, estas bellas manos suyas se maltratarán, por favor, tome asiento y déjemelo a mi.- Dijo, para luego rodear mi cintura y retirarme aquél delantal con cuidado, como si de una joya se tratara, posteriormente me colocó mis guantes de seda, rozando mi piel con la suya... era un contacto tan, magnífico, alejó una silla de la mesa y esperó a que tomase asiento mientras asentía con una bella sonrisa.

-G..gracias- Dije con mi voz temblorosa.

-Eh, criado, y no nos servirás a nosotras, también somos tus amas- Repitieron en coro las víboras, rojas de la furia y a punto de matarme.

-Me fue ordenado solo servir a Lady Marianne, y aunque ustedes fuesen mis amas, no las atendería con gusto, son un trío de mujeres ordinarias.- Dijo Aquél ser sin borrar aquella sonrisa de su rostro.

Mis hermanas lo fulminaron con la mirada mientras yo me remití a beber de mi taza de té y sonreír.

-Por cierto, señor, usted conoce mi nombre, más yo desconozco el suyo, permítame saber.-

-Oh, cómo lo siento, mi ama, lo he dejado pasar por alto, usted puede llamarme como desee, puede nombrarme bazofia y aún así continuaré siéndole totalmente fiel- Lo que dijo me dejó sorprendida.

-Realmente, señor, no me apetece llamarlo de ese modo, simplemente quiero saber su nombre, sin titubeos-

-Como usted ordene, mi ama, me llamo Sebastian Michaelis- Al decir aquello, colocó su dedo índice sobre sus labios mientras guiñaba un ojo, realizaba una pícara mueca que de alguna manera me hizo reaccionar; cuando vi a mis hermanas parecían hipnotizadas, como si hubieran visto a Adonis en persona.

-Está bien, Sebastian,¿Podría hacerme saber qué está preparando?-

-Esta mañana he preparado tarta de limón con merengue flameado y té rooibos para acompañar- Cada palabra que salía de sus labios sonaba mejor que la anterior, como si recitara un poema con solo decir su nombre... ¡Pero qué estás pensando Marianne! Recuerda que el es un demonio al que le vendiste tu alma.

Mientras más palabras cruzaba con él, mis hermanas se ponían más y más rojas de la furia; esto, sin duda alguna, era hilarante.

Preparó la comida con mucha agilidad, en menos de cinco minutos, mi desayuno ya estaba listo y sobre la mesa, lucía tan apetitoso; tanto que no pensé dos veces para enterrar mi tenedor sobre él, al primer bocado, quedé encantada, jamás había probado nada tan delicioso.

-Y pensar que yo imaginaba que cocinaba bien. ¡Sebastian, esto es exquisito, casi no lo puedo creer!- Hice notar mi sorpresa.

-Como mayordomo de Lady Marianne, es lo menos que puedo hacer- Dijo con calma para luego situarse a mi lado sin pronunciar ni una sola palabra.

-Debes enseñarme a cocinar así- Lo dije sin pensar.

-Ojo sama, usted no necesitará volver a acercarse a la cocina, yo me encargaré de todo esto.-Respondió sonriente... ¡Demonios!, ¿Por qué dije eso?

-Está bien, solo porque tus aptitudes culinarias son mayores a las mías.- Sonreí.

Terminé con mi comida y me dispuse a retirar los platos para posteriormente lavarlos, cuando Sebastian los tomó con muchísima agilidad y me envió a mi habitación... No sé si lograré sobrevivir así, me siento inútil.

Llegué a mi habitación, sentándome sobre mi cama, viendo al pequeño gato que acababa de adoptar, observando con calma como ronroneaba, pareciera que le gusto.

Un mes después:

Mi vida había cambiado tanto, aún siento un nudo en la garganta cada vez que me es posible ver a Sebastian, en mi habitación, la sala, el comedor, donde sea; el era perfecto en sus acciones y cada vez me sentía más a gusto en su compañía, procuré “comportarme” durante ese tiempo, para así evitar que Cordelia observase la marca, aunque con mi sirviente, quien me defendía en cada caso, era imposible que las arpías planeen cualquier cosa para sacarme de mis casillas.

Sorprendentemente, cada día vivía lo mismo, la misma rutina, desde hacia treinta días no había cambiado en absoluto, pero aún así, no me disgustaba ni me aborrecía, aunque todo era igual, con Sebastian cada día era casi una aventura.

Aquél día, luego del desayuno, me encontraba en mi alcoba acariciando al minino, que había crecido notablemente, aún no le había contado a nadie de su existencia, ni siquiera a mi fiel mayordomo.

Perdida en mis pensamientos, pasaba mis desnudos dedos sobre aquél largo pelaje, cuando alguien tocó a mi puerta, si me veían con el pequeño animal, seguramente lo ahuyentarían o algo peor, así que lo oculté dentro de un baúl muy grande que siempre he escondido dentro de mi dormitorio, coloqué su comida y lo puse con cuidado allí dentro.

La persona que golpeaba a mi puerta no podría tardar tanto, ¿Cierto?.

Luego de pensar en aquello, di mi consentimiento para que aquella persona pudiese ingresar, aunque más rápido que un pestañeo me arrepentí puesto a que eran mis escandalosas hermanas.

-¿Cuál es el objetivo al que debe su visita, hermanas?- Pregunté con mi tono de superioridad.

-Oye, definitivamente, tu habitación es un asco... dime, ¿Por qué te agrada el ocultismo? Maldita bruja, ya saldrás volando a comer niños, ese es tu pasatiempo ¿No?- Ignoraron completamente mi pregunta.

-No me cambien de tema, ¿Por que están aquí?¿Qué hacen aquí?- Respondí con furia.

-No sabemos qué conjuro extraño hiciste para que nuestro padre te envíe al mayordomo más atractivo, estamos al tanto de que todos en esta mansión te odian-

-Bien, acabaron con la tanda de insultos, por favor, estoy leyendo, váyanse y no vuelvan nunca más o las dejaré calvas- Dije empujándolas fuera de mi cuarto.

-¡Espera! La verdad queríamos pedirte...Algo...

Kuroshitsuji: La historia antes de lo conocido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora