Cambio rotundo ¿Tengo miedo?

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Volví a mi habitación y tomé de un pequeño bolsillo que suelo adaptar a todos mis vestidos un poco de arroz para alimentar a las palomas, lo lancé por la ventana hacia el suelo y poco a poco muchas aves lo rodearon y comieron felizmente, llenándome de gusto, adoraba a los animales, ellos no juzgan, para ellos no soy hija del demonio ni bruja, solo soy Marianne.

Mi dormitorio daba un poco de miedo, para evitar que mis hermanas entrasen y causen destrozos o husmeen entre mis objetos personales, solía dibujar y enmarcar ciertos símbolos, tales como cruces de cabeza, hexagramas y pentagramas, aunque, realmente, el que más llamaba mi atención y el que dibujaba más a menudo, era un pentagrama de una estrella de cinco puntas dentro de dos círculos.

El día pasó demasiado rápido para mi gusto, terminé leyendo la tragedia de William Shakespeare, “Romeo y Julieta”, publicada siete años después de mi nacimiento; realmente no entiendo por qué me agradan tanto las tragedias, con mi vida ya era suficiente.

Llegó la maldita noche... cada una de sus estrellas eran los pesares que vivía durante ella.

¿Cuál sería mi castigo esta vez? Después del “mínimo” problema con mis hermanas, mejor dicho, ese trío de víboras. ¿Qué debería aguantar?

Apenas, me retiraba el vestido y me colocaba mi camisón, llegó Cordelia con látigo en mano y dijo:

-Vaya, vaya, vaya, al parecer aquí tenemos a una pequeña que el día de hoy no se ha portado del todo bien- Sonriendo diabólicamente... Maldita sea, cómo la odiaba.

Descubrí mi espalda llena de cicatrices, solo deseaba que esto termine lo más pronto posible.

-Hazlo de una buena vez- Le reproché y un milisegundo después pude sentir mi espalda arder.

Con cada latigazo y cada gota color carmín que brotaba de mi espalda, sentía aún más ganas de vengarme, ganas de aniquilar a todos, empezaba a sentir una sed insaciable, sed de venganza, de sangre.

Cerré mis ojos con fuerza para aguantar cada uno de los latigazos hasta que no pude más y empecé a gritar con histeria, mientras más gritaba más feliz se ponía la maldita de Cordelia.

Al final logré ahogar mi grito, cuando lo hice una bruma negra llenó la habitación y detuvo el tiempo, aquello podría asustar a cualquiera, pero yo no sentía miedo, al contrario, sentía una inmensa curiosidad; mientras veía como plumas negras flotaban en mi habitación y como dos ojos rojos carmesí me observaban burlonamente.

Lograba escuchar una voz a lo lejos, que poco a poco se tornó grave y cercana.

-Tu madre se condenó por ti- Dijo aquella voz que tanto me intrigaba.

-¿Qué?- Grité, estaba atónita, confundida, aunque me llené de valor y refuté- ¿Cómo te atreves a nombrar a mi madre con tanta naturalidad?-Estaba muy enfadada.

-Ella vendió su alma para que la vengases, su fortaleza, ahora es reflejada en ti, y debes cumplir su deseo- La voz esta vez sonaba menos amenazante.

-Cumpliré su deseo, pero también quiero cumplir el mío. ¡Quiero mi venganza, mi venganza; mía!- Grité suplicante.

-Recuerda, una vez que alguien rechazó la fe, es imposible para esa persona poder llegar a Dios- A un lado de aquellos ojos rojos iniciaba a formarse una gran sonrisa.

-No me importa, solo cumple mi deseo, tantos años rogando a Dios no han cambiado nada, y si no entro a su reino, dará lo mismo.- Inquirí con furia.

-Y, ¿Qué haremos con esta mujer?- Preguntó aquella voz, mientras esos ojos y boca se transformaban poco a poco en un rostro, ese rostro en una cabeza, y aquella cabeza en un cuerpo completo, una silueta negra, era todo lo que mis ojos me permitían ver.

-Permitiré que viva un poco más, deseo esperar a sentir más odio hacia ella para después destruirla con mis propias manos, de todas formas, es débil.- Respondí con mucha seguridad.

Mientras hablaba, aquél hombre cuyas facciones casi no podía distinguir, esbozaba una gran y burlona sonrisa; el demonio se acercó hacia mi y empezó a tocar mi espalda, como si estuviera jugando con ella, su dedo se paseaba por cada cicatriz de mi cuerpo como si cada una fuera un renglón de alguna bellísima historia. 

Poco a poco empezaba a sentir un terrible ardor recorrer mi cuerpo, cada vez que sentía su mano sobre mi espalda me retorcía; dolía, de alguna manera tan extraña, poco a poco el ardor desapareció, convirtiéndose en una sensación de alivio; de repente, aquella sombra se acercó a mi oído y con un tono seductor pronunció unas palabras casi audibles.

-Descanse mi lady- No recuerdo nada luego de eso.

Kuroshitsuji: La historia antes de lo conocido.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora