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    Abril pasa sin muchos cambios, parece que el teatro consigue medio mantenerse. Angelo y yo no hemos vuelto a hablar de lo ocurrido y él tampoco le ha mencionado nada a Loui. Y ahora estamos en una de las tantas comidas familiares de los domingos, que tan corrientes se habían vuelto desde que vino Angelo. Nos juntábamos Jean-Luc su mujer e hijos, Loui, Angelo y yo. Pese a no ser de la familia todos me trataban como si lo fuese y yo les sentía como parte de mi familia también.

-Hoy me toca a mí recoger la mesa y hacer el café -digo levantándome y cogiendo los platos más cercanos a mí. –Id al salón que ahora lo saco.

-Y a mí me toca fregar, que se le va a hacer... -dice Angelo levantándose y cogiendo también platos.

-Si quieres puedo hacerlo yo por ti –le sugiere Loui.

-No hermano, no te preocupes, siempre eres tú el que termina pagando el pato –dice mientras se dirige a la cocina siguiéndome.

Cuando termino de recoger la mesa le ayudo pasándole los platos para fregar. Y codo con codo terminamos en seguida sin mediar palabra. Entonces me pongo a preparar el café y voy a la despensa a cogerlo, pero se presenta un problema, está en la estantería de arriba del todo y no llego ni saltando, a pesar de ser alta.

-Oye –le digo sacando la cabeza de la despensa. -¿Podrías bajarme el café? Es que no llego.

-No lo aguanto más –dice tirando el trapo que tenía en la mano en la encimera y dirigiéndose con paso firme hacia mí.

Entonces me coge de la nuca atrayéndome hacia él y me besa desesperadamente, empujándome para entrar en la despensa de nuevo. Vuelvo a sentir sus labios, pero esta vez después de la sorpresa le cojo el pelo con ambas manos para que no se vuelva a ir y le devuelvo el beso con fuerza, mientras él me rodea la cintura como si tuviese miedo de que fuese a desaparecer. Entonces tiro un poquito de su pelo para separarme y poder ver sus ojos, pero me coge las manos y poniéndolas por encima de mi cabeza sigue besándome.

-No, no, no... –dice soltándome de pronto.

-¿Qué pasa? –pregunto confusa.

Entonces me coge la cara con ambas manos y me mira directamente a los ojos.

-¿Por qué? –pregunta de pronto apartando la vista con el gesto fruncido. -¿Por qué me siento así y me correspondes si es mi hermano el que te quiere? –dice dejando sus labios a apenas un par de centímetros de los míos.

-Chicos, ¿hace falta que os ayude con el café? –dice la mujer de Jean-Luc mientras se dirige a la cocina, dejándonos el tiempo justo para salir de la despensa y ponernos a otras cosas.

-¡Sí!

-No –dice Angelo al mismo tiempo que yo. –Quiero decir, ya lo tenemos hecho.

-¡Ah, vale! Bueno voy sacando las pastas –dice mientras coge el tarro lleno de dulces y sale de la cocina.

Nada más sale de la cocina, Angelo lee algo en su móvil y por la misma se acerca a mí mientras coge su chaqueta de cuero de una de las sillas de la cocina.

-Termina de sacar el café sola –dice una vez pasa por mi lado con el gesto algo preocupado.

-¿Qué dices? ¿Dónde vas?

- Tengo que hacer una visita, -dice girándose con la puerta del jardín ya abierta. –Nos vemos la noche del cuarto día empezando mañana, enfrente del Moulin Rouge exactamente a las 23:42.

-¿Y a ellos que les digo? –pregunto refiriéndome a la gente que está en el salón esperándonos.

-Que ha sido una urgencia pero volveré. ¡Ah! Y no les menciones nuestra quedada –dice guiñándome un ojo, más fuera de la casa que dentro.

Los 50 jettesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora