V

105 8 0
                                    

    En un abrir y cerrar de ojos ya es la hora de salir a bailar. Y estoy lista con mi traje esmeralda detrás de las cortinas mientras oigo como nos presenta a Londres un tal Andrew a quién el público adora.

—¿Caterina? ¡Oh dios mío! ¿Se puede saber qué haces con esas puntas? —dice Alice, la coordinadora del acto tras el telón. Y al ver que no entiendo a lo que se refiere sigue. —Le dije a Julia que te dijera que no debías ponerte esas, que el dueño del teatro se ha empeñado en comprar unas puntas como detalle por las molestias de haber tenido que citarnos tan tarde y retrasar el vuelo y si no te las pones seguro que se ofende, además, son preciosas. ¿Ya sabes de lo que te hablo? En tu camerino en una caja al lado del espejo, son verdes decoradas con piedras que parecen diamantes y esmeraldas. ¡Corre!

—Vale, vale. Lo siento ya voy —digo mientras salgo disparada al camerino a cambiármelas.

Esto debe de haber sido una de las jugarretas de Julia, con tal de fastidiarme es capaz de arruinar la amistad de la agencia con el teatro. Subo rápidamente a cambiármelas y las encuentro en el lugar justo donde me había indicado Alice. No me puedo parar a contemplarlas mucho porque ya empieza la obra, pero la verdad es que son preciosas, por fin me pasa algo bueno. Aunque cuando me las pongo me doy cuenta de que resbalan mucho más de lo normal, puede que sea que están hechas con otro material y me vienen un poco grandes así que me pongo algodón en la punta para que se ajusten mejor.

Bajo corriendo las escaleras y me alivio al ver que el presentador sigue hablando al público y tengo tiempo de ir a ponerme resina en las puntas.

—¡Patito feo! ¿Buscas la resina? Es una de esas cajas destapadas que hay ahí detrás de los técnicos —dice Julia con sospechosa amabilidad, cuando me ve bajar.

Sin contestarle me giro y me pongo a buscar la caja de la resina. No me fio ni un pelo de que lo haya dicho por pura voluntad de ayudar, cuando llego al sitio indicado me doy cuenta de que en la caja hay unas piedrecitas parecidas a la resina pero es imposible que sea resina ya que son transparentes y de normal la resina tiene un color ambarino. Esto debe haberlo cambiado Julia para que me ponga esas piedrecitas en vez de resina y así me resbale en el escenario. ¿De verdad me ve tan tonta como para picar? Al lado de esta caja hay otra tapada y al abrirla veo que en su interior hay unas piedrecitas y polvo de lo que se parece más a la resina aunque sigue teniendo un color extraño ya que es un amarillo oscuro tirando a marrón. Aun así seguro que es más fiable de lo que sea que haya puesto Julia en la otra caja. Así que mientras oigo como empieza el primer acto me lleno bien la suela de las puntas con esa extraña resina.

—¡Acto segundo! ¡Caterina te toca salir!

Empieza la música y salgo corriendo desde un lado del escenario para situarme en el centro. Entonces llegan corriendo el resto de las bailarinas y nos agachamos a la espera de que los bailarines terminen su baile.

—¿Has encontrado la resina al final patito feo? —me pregunta entre susurros Julia, que esta agachada justo a mi lado.

—Sí, la encontré pero no me puse esa sino la de la caja del lado que era resina de verdad. No voy a caer en tus trucos —le contesto con el mismo tono.

—Eres más tonta de lo que creía —contesta riéndose. —Sí que era resina aunque fuese blanca y lo que te has puesto es una mezcla de tierra y azufre para que le dé un color amarillento, niña estúpida —dice mientras nos levantamos, es nuestro turno de bailar.

Me debo de haber quedado blanca como la cera. No puede ser. ¿Ahora qué hago? Al final ha salido todo como ella quería. Me la ha jugado y yo he caído de lleno. No me queda otra que intentar no resbalarme.

Entonces Tom, uno de los bailarines me da su mano y empieza nuestra variación solos. Para las vueltas la verdad va mucho mejor que resbalen un poco más pero pierdo el equilibrio al bajar y casi me caigo. Entonces él llega hasta mí, con algo de dificultad cosa que no entiendo hasta que de pronto miro al suelo y me doy cuenta de que lo estoy llenando todo de tierra. Maldita Julia, como la odio. Ahora le toca salir a Eric a bailar conmigo. Me da la mano y empezamos a bailar una especie de vals repleto de giros y saltos. Gracias a Dios la parte de los giros termina rápido y sin ninguna catástrofe. Entonces Eric sale dando una especie de pasos entrecruzados para coger impulso y saltar hasta llegar al otro extremo del escenario. Ahora yo tengo que seguirlo pero en vez de eso decido ir haciendo unos saltos más pequeños porque si no, no tendré suficiente fuerza para parar el salto con estas puntas que resbalan como el demonio y el suelo lleno de una fina capa de tierra. Entonces me tengo que apoyar unos segundos en su pecho.

Los 50 jettesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora