VI

208 5 0
                                    

Abro los ojos y en la barriga noto como cuando estas en una montaña rusa, sin sentir la gravedad. Qué extraño. ¿Dónde estoy? Mi cabeza cae contra un lado del asiento y me encuentro con una ventanilla de avión. ¿Es el avión que aterriza a París? Me pesa mucho todo el cuerpo así que como puedo giro la cabeza dejándola caer a continuación al otro lado y le toco el hombro del hombre que está sentado a mi lado. Cuando gira la cabeza me doy cuenta que es Eric con cara de preocupación y tristeza. Seguramente se siente culpable por haberme traicionado así, o seguramente le dé pena su pobre "amiga". Entonces le dice algo a la persona que está a su derecha que se levanta de su asiento para volver unos segundos después con una jeringuilla con una aguja enorme. Ah no, no, no, no, no y no. No pienso dejar que me clave eso ni de broma. Empiezo a echar el cuerpo para atrás negando con la cabeza, mi boca no consigue articular palabra y solo sale algún gemido.

-Shh, tranquila, es por tu propio bien... -me dice Eric mientras me sujeta un brazo y con la otra mano me acaricia el pelo.

Y después negro otra vez.

Me despierto tumbada en la cama de una habitación que no había visto nunca. No llevo la misma ropa que en el avión. ¿Cómo puede ser? Al centrarme un poco más diviso mi maleta en los pies de la cama. Me giro hacia todos los lados buscando mi móvil no fuera cosa de que ya sea muy tarde. Lo encuentro en el cajón de la mesita que está al lado de la cama y al ver que son las ocho de la mañana me dispongo a girarme y volverme a dormir.

Espera, espera, espera... ¡¿Las ocho de la mañana de que día?! Los recuerdos vienen a mí agobiándome. Agghh después de esos pequeños instantes de paz y desconcierto vuelve todo. Un momento... No me duele la pierna... De hecho ni siquiera la siento. Me la toco asustada y me invade el alivio al notarla ahí como siempre pero con una venda envolviéndola, sé que es una tontería pensar que no estuviera ahí pero una no debe fiarse.

Cuando cojo el móvil me concentro en ver a qué día dice que estamos y entonces veo que han pasado tres días desde la actuación en Londres. ¿¡Llevo tres días durmiendo!? ¿Cómo puede ser? A ver si es verdad lo que decía mi madre de que iba a terminar convirtiéndome en marmota un día. Después de cinco minutos que me doy para reflexionar en que hacer me doy cuenta de que no puedo hacer nada porque no sé dónde estoy ni quien hay cerca de mí. Así que mi próximo movimiento consiste en levantarme y salir de la habitación donde estoy, lo bueno es que al no sentir la pierna tampoco me duele. Al salir a lo lejos escucho una tele pero no habla en inglés cosa que me extraña. ¿Me sacaron de Londres en un avión dormida y ni me enteré? Mis dudas se confirman cuando presto atención y me doy cuenta de que el hombre de la tele está dando las noticias en francés. No es que tenga un francés excelente pero se defenderme gracias a los cuatro años que di francés en el instituto.

Intento hacer el menor ruido posible. Voy dando tumbos y veo que estoy en un segundo piso cuando yendo por un pasillo que tiene una moqueta roja y las paredes son de madera -como casi todo lo demás- hay unas escaleras con una bonita barandilla de madera que dan a un salón. ¿Dónde narices estoy? Esperaba encontrarme en un hotel o algo parecido no en la casa de alguien.

Bajo las escaleras en busca de la cocina. Mientras dormía no me daba cuenta pero al levantarme un hambre feroz se ha apoderado de mí, además que llevo sin comer desde varios días antes de la actuación. Por fin consigo llegar a la cocina y me abalanzo a la nevera. Saco algo de queso y pan que pongo a la tostadora de inmediato y algo de zumo de naranja, también me encuentro un tarro lleno de magdalenas y galletas y ya que el destino lo ha puesto frente a mí, ¿por qué iba a rechazarlo? Estoy sacando el pan de la tostadora. Mientras pienso que no sé dónde estoy pero no me importaría quedarme aquí siempre que la nevera esté tan llena.

-Buenos días, parece que después de tres días te has levantado con hambre -dice una voz detrás de mí en español con un fuerte acento francés, sobresaltándome y haciendo que la magdalena se me caiga al suelo.

Los 50 jettesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora