Capítulo 1: Una vida escrita.

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Nota: Para comprender toda la historia es recomendable leer mi otra historia "El príncipe de fuego", dado que Hans Westergård es un SpinOff de la misma.

La noche se hacía en las Islas del Sur a medida que las calles se iban quedando vacías, en silencio y los comerciantes mas amigos se despedían por otro día laboral.

-¿Qué tal la venta de productos? Me dicen que tus manzanas son las mejores de todo el reino. -le dijo un hombre anciano a otro mas joven y robusto.
-Eso dicen, la verdad es que nadie lo sabe a ciencia cierta y tampoco es que me interese mucho, mientras se vendan bien...
-Lo entiendo, supongo que será algo mas...
Pero antes de que el anciano terminara de hablar, un joven galopando en su caballo como el rayo les interrumpió, pasando entre ellos y cogiendo una manzana de aquel hombre a la carrera.
-¡Lo necesito!
-¡Espera, no puedes hacer eso! ¡Ladrón! -el comerciante de manzanas, altamente enfurecido, empezó a gritar al joven que cada vez se alejaba mas y mas sobre su caballo, pero los gritos cesaron cuando tres jinetes mas aparecieron, parecían perseguir a aquel muchacho.
-¡Deprisa Galope, no dejes que los idiotas de mis primos nos atrapen! -el chico le tendió la manzana a su fiel montura en el hocico, para que comiera y tuviera mas fuerzas tras toda la distancia recorrida.

Aquel muchacho, de aparentemente veinte años, o poco mas, tenía un cabello pelirrojo algo largo, sin llegarle a los hombros y elegantemente peinado, aunque la brisa del viento se lo descolocara, unos ojos verdes como la esmeralda y unas pequeñas patillas que le aportaban un bello facial formal, mientras por otro lado, su caballo era de color marrón claro y con un flequillo totalmente oscuro.
Galopaba a gran velocidad por las estrechas calles del pueblo, mientras giraba su cabeza para avistar a los otros tres, que obviamente, no habían desaparecido.
-Y todo por unos sándwiches.
Los tres primos de aquel chico tenían un aspecto feroz en el rostro, estaban dispuestos a atraparle como fuera y por los motivos mas insignificantes, cualquier excusa era buena para intentar darle una paliza, pero el muchacho era lo mas escurridizo que se podían encontrar.
-¡No dejéis que escape!
-Oh, creo que ya lo he hecho. -con una maniobra de distracción muy habilidosa, logró darles esquinazo y llegar a una llanura desde la que se avistaba todo el reino. El chico era un tanto solitario, aunque muy divertido para sí, y solía ir a aquel lugar en las puestas de sol, mas ahora que no tenía a los pesados de sus primos para molestarle.
-¿Sabes, Galope? Mi tía dice que todo esto fue desolado por un dragón hace muchos años, y que mas tarde mis tios con ayuda de los supervivientes del pueblo lograron reconstruirlo, supongo que papá y mamá también ayudaron, aunque ella no habla mucho del tema, pero tampoco lo niega.
El caballo giró su cabeza y le miró con cara de pocos amigos mientras resoplaba.
-Ya, ya sé que tú no te lo crees, pero a mí me pica la curiosidad, de todo, de lo que pasó con ese dragón, de los reinos lejanos, de mi padre... -el chico permaneció unos segundos mirando como el gran orbe luminoso se ocultaba tras el océano hasta que volvió a hablar. -Hay tantas cosas que no sé...
Fue entonces cuando se escucharon los trotes de otros tres caballos, montados por los primos del chico, le habían encontrado. Mientras, él, se dedicó a borrar su sonrisa curiosa sin girarse para verles la cara.
-Nosotros sí sabemos algo de tu padre. -dijo el que parecía el líder de todos ellos, el mas grande y de pelo castallo. (Cabe mencionar que los cuatro iban con ropas impecables.)
-Fue un farsante.- continuó otro.
-Eso es mentira. - el chico pelirrojo estaba realmente harto de que le atacaran con eso, siempre tenían que meterse con su padre, sin razón aparente, sólo para molestarle.
-Mentiras las que decía él.
-¡No digas una palabra contra mi padre! -el chico tenía el ceño fruncido y ya les miraba cara a cara sobre su caballo.
-Nos lo han dicho nuestros padres, nosotros simplemente pregonamos su palabra.
-¿Vuestros padres? -el chico puso los ojos en blanco mientras reía y parecía darle señales a Galope para que empezara a tomar el camino de huida. -Los dos gemelos, son tan feos que me es imposible distinguirlos.
-No se te ocurra decir una sola palabra contra nuestros... -pero inmediatamente, las palabras del primo de pelo castaño fueron interrumpidas.
-Me lo ha dicho mi madre, yo solo promulgo su palabra. -la vacilación en su tono de voz era altamente notable, y Galope ya se había alejado lo suficiente sin que ellos parecieran reparar en ello.
-¡Tu madre es una...!
-Una mujer que ahora mismo debe tener una montaña de sándwiches para mí solo mientras los vuestros se agotan en el recinto de los caballos, ¡Hasta luego!
Los otros tres se miraron unos a otros con cara de incredulidad, justo antes de empezar a gritar y maldecir el nombre de su primo, mientras él ya estaba a una distancia considerable.

Hans Westergård.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora