Uno de los recuerdos que Hans ha tenido, tiene, y por supuesto tendrá hasta el fin de sus días, era la canción de su madre, esa canción que siempre que estaba con ella, entre sus brazos, a solas, sin ningún otro que les interrumpiese. Su hermosa madre, aún triste por la muerte de su marido, buscó alegría en su nueva vida, en Hans. Klaus y sus hermanos mas cercanos estaban preparándose para la herencia de la corona, sobretodo el primero de todos ellos, alguno pasaba tiempo con su madre, pero ninguno tanto como Hans, él era muy pequeño, no le quedaba otra que estar con ella, pero sin darse cuenta, estaba siendo el niño mas feliz del mundo, y su madre estaba superando la mayor desgracia por la que había tenido que pasar. Siempre que le cantaba aquella canción, Hans dejaba de moverse y de balbucear como el bebé que era, se quedaba perdido en los bellos ojos de su madre mientras esta le cantaba aquella hermosa canción:
Si tengo tu amor, tengo esperanza
Y gracias a ti voy a despertar
Confiando en tu luz olvidé mis miedos
Te doy mi corazón, ayúdame a soñar
Sin tu amor no hay fuerza ni razón
Porque eres tú mi salvación
Sin ti no tengo a donde ir
Solo contigo soy realmente feliz
Siempre, al terminar, el pequeño se dormía con una sonrisa que mostraba paz y tranquilidad, y su madre le tumbaba en su cómoda cuna, dándole un besito en la frente y cerrando la puerta de su habitación lentamente, hasta que todo quedaba en silencio y a oscuras. Era ese el momento cuando dos ojos se veían en la oscuridad.
-Pero nos van a pillar. -decía una voz aguda, sin duda la de un niño.
-Nadie nos pilla, mamá se ha ido a dormir y el tío Brian lo hizo hace una hora. -respondió su compañero.
Uno de ellos encendió una vela, iluminando sus rostros, eran exactamente iguales el uno del otro, Damien y Derek, el primero tenía una mirada mas traviesa y el segundo parecía no comprender nada pero estar dispuesto a lo que se le ordenara.
-¿Y qué vas a hacer? -preguntó Derek.
-Mas bien, lo que vamos a hacer. -le corrigió el otro. -Vamos a quitarle ese peluche que tanto le gusta, a ver si puede dormir.
El pequeño Hans dormía apaciblemente mientras abrazaba a un peluche con forma de caballo en miniatura, cualquiera diría que el niño dormía gracias a él. Las dos cabezas de los pequeños hermanos asomaron por encima de la cuna, mirando al bebé, con cuidado de no tirar la vela, una mano se acercó al pequeño caballo, pero algo les interrumpió de imprevisto.
-¿Qué estáis haciendo aquí? -la puerta de la habitación se abrió, justo cuando los otros dos recobraron una posición normal y apagaban la vela. Un joven de cabello oscuro, con patillas elegantemente oscuras y una perilla a juego entraba en la estancia. -Deberíais estar durmiendo.
-¡Oh¡ Hola Klaus, solo estábamos viendo al bebé, nada mas. -mintió Damien, aunque en cierta parte era verdad, puesto que aún no habían hecho ninguna travesura.
-Hans tiene que descansar, y vosotros también, ya es muy tarde. -dijo firmemente el joven Klaus, mientras sus dos hermanos pequeños salían corriendo entre risas hacia su habitación.
El heredero al trono mostró una sonrisa mientras negaba al verlos correr, se disponía a cerrar la puerta mientras sujetaba el pomo de la puerta, pero antes le echó un pequeño vistazo a la cuna, la miró firmemente, como si en ella hubiera alguien realmente importante. Y la cerró.
El futuro rey, caminó con andante firme por los pasillos de palacio, bajando unas escaleras y antes de seguir su camino, se fijó en el fondo de una sala, se oían risas, intentó ver de quién se trataba, eran su madre y su tío, él parecía decirle cosas cosas y ella reía tontamente, ninguno se había ido a dormir, no de momento. Klaus ya les había visto así antes, a él le daba igual si su madre quería seguir con su vida, pero si esas eran sus intenciones, no iba a dejarle a su tío que la hiciera daño.
-Descendiente del almirante afectado por una magia extraña, Holger Westergaard era un tipo extraño, me espero cualquier cosa de mi tío... Tan solo, intentaré ser generoso y tener valor.
El heredero a la corona volvió a retomar su camino, pensando en muchas cosas aunque no se le notara mucho en la mirada. Y así, la noche se hizo con el control de las Islas del Sur.
Pasaron dos años, la relación de la reina y el hermano de su difunto marido pareció haber ido a mas, y ya de forma oficial, al menos en el entorno familiar. Algunos de los hermanos estaban disgustados, otros se alegraban por su madre, a una pequeña minoría le daba igual, precisamente solo a uno de ellos. Hans caminaba alegremente pasito a pasito mientras arrastraba una carretilla de juguete en la cual llevaba algunos de sus juguetes y cantaba aquella canción que le cantaba su madre, aunque de forma mucho mas rápida y feliz.
Pasó delante del despacho de su hermano, el cual estaba mirando por la ventana de brazos cruzados y ese gesto firme tan característico en él.
-¡Hola Klaus! -dijo el pequeño Hans mientras entraba y caminaba hacia donde él estaba.
El menor de los hermanos pareció despejar la mente del rey, y en el fondo lo agradeció. La imagen de un rey joven (y apuesto) era buena para el reino, los de edad avanzada, aunque experimentados, solían tener ideas viejas, y un monarca de la edad de Klaus era una nueva visión para todos.
-Ah, hola Hans. Ten cuidado no vayas a perder tus juguetes.
-No, no pierdo ninguno. -los señaló con una sonrisa. -Los tengo todos sí.
-Me alegro. -dijo su hermano mayor con una sonrisa, para Hans, Klaus era el modelo a seguir, pues tenía muchos hermanos, pero él era el mayor de todos, le veía como un jefe que si le caía bien y le hacía caso, él se sentiría orgulloso de su comportamiento, quería ser el favorito de entre todos, por así decirlo, aunque Hans no se diera cuenta aún, ese sentimiento de querer recibir mayor atención del 'líder' estaba naciendo en él. -¿Quieres ver mis juguetes?
-¿Tú tienes juguetes? ¡Seguro que son muchos!
-Tranquilo, son otros juguetes. -Klaus le mostró la espada a Hans, el cual se quedó mirando la hoja brillar fijamente.
-Hala, yo quiero una.
-Me temo que no puede ser. -el mayor enfundó el arma lo antes posible para que la curiosidad de Hans no creciera demasiado. -Es algo peligroso, cuando seas mayor tendrás una igual o incluso mejor.
-Jo, pero yo quiero una igual, para pelear, ¡y ser el mejor del mundo mundial!
Klaus le mostró una sonrisa a Hans al notar su entusiasmo, y señaló por la ventana. -¿Los ves?
La ventana era bastante grande, así que Hans no tenía dificultades para asomarse y contemplar los jardines.
-Sí, son mamá y tito Brian, ¿por qué?
-¿Sabes que se quieren mucho?
-Sí, o bueno, creo, tampoco sé. -Hans desvió su mirada y cogió uno de sus juguetes en forma de soldadito y lo puso encima de la mesa donde Klaus solía trabajar.
-Puede que no tengas una espada, pero vas a tener algo mucho mas importante.
Hans se giró de forma brusca y miró a su hermano ilusionado.
-¿Un caballo? ¿Un castillo? Seguro que son dos espadas...
-No, no es nada de eso.
-¿Entonces?
El hermano mayor posó su mano sobre el cabello pelirrojo de Hans mientras, por su parte, el pequeño de todos ellos miraba por la ventana con ansias de saber la respuesta.
-Vas a ser hermano mayor.
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Hans Westergård.
FanfictionNadie lo ha sabido hasta ahora, pero el príncipe Hans escribió un libro. El libro de su vida. Prepárate para conocer la oscura historia que hay detrás de un corazón helado. [Algunos elementos están basados en la obra "El príncipe de fuego", y poster...