Capítulo 5: Por primera vez en años.

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Hans no volvió a ser el mismo desde aquel día, y parece ser que el resto de las islas estaba igual que él, pero el lo mas profundo de su ser, sabía que era la propia visión que él tenía y percibía. Se sentía mas solo que nunca a pesar de contar con doce hermanos mayores, pero comenzaba a dudar si realmente contaría con ellos, pues Klaus estaba la mayor parte del tiempo trabajando, y cuando se le veía nunca tenía aspecto de querer hablar con nadie, y junto a él Viktor, del resto poco se sabía o se mostraba interés, Andrew salía todas las noches y nunca se sabía con certeza a dónde iba, Linus pasaba la mayor parte del tiempo encerrado en su habitación o en los jardines de palacio, y los gemelos Damien y Derek... bueno, digamos que era mejor evitarlos.

Nunca querían jugar con él, y si lo hacían era para usarle en alguna travesura y aprovecharse de su inocencia, siendo Hans la víctima de todos los enfados y castigos. Uno de los peores días fue de los que continuaron al entierro de su difunta madre.

-¡Damien, Derek! ¿Queréis jugar conmigo y Galope? -preguntaba un adorable pelirrojo de poco más de seis años.-

-Oh, claro que sí. ¿A las peleas? -Damien le propinó a Hans un puñetazo en la tripa, que para un niño era suficientemente doloroso, haciéndole caer al suelo de rodillas.- ¡Primer combatiente abatido! Derek, ocúpate del siguiente.

Y obedeciendo a su hermano, el otro gemelo rompió al peluche por la mitad, tirándolo al suelo junto a Hans, el cual se puso a llorar desesperadamente, en lo único que consistía su vida últimamente era en perder aquello que mas amaba. Permaneció allí un largo rato, el dolor había cesado pero el derrumbe emocional le impedía moverse, simplemente no quería, no veía el por qué. 

Unas horas mas tarde despertó en su cama, era de noche y observó como una de las criadas cerraba la puerta de su habitación, era la que mejor le trataba con diferencia, se ocupaba de él e incluso se preocupaba... pero no dejaba de ser lo que era: una criada. Hans echaba de menos un trato parecido, de una persona muy diferente.

-Te echo de menos, mamá... -susurró para sí mismo, y segundos después, se encontraba dormido con las mejillas húmedas.


Cuando despertó, decidió ir a los jardines a caminar, le gustaba encontrarse con algún patito u otro animal que por allí rondara, pero aquel día se iba a encontrar algo mucho mas sorprendente.

-Vaya Hans, sí que has sido madrugador hoy. -le saludó Linus desde un extremo del jardín, no ten lejos, concretamente cerca del establo, casi en la salida.

-Quería jugar con los patitos. -respondió el pequeño, mientras se frotaba su ojo izquierdo, aún con sueño.

El cielo estaba bastante nublado, era un día de otoño, casi invierno, y el sol había salido hace poco menos de una hora, por ello Linus se extrañó tanto.

-Me temo que los patitos siguen dormidos, aunque si buscas bien igual encuentras alguno. 

-¿Y tú qué haces despierto?

-Pues tengo que cuidar de los caballos, no se van a cuidar ellos solos, me gusta este tipo de trabajos, me hace sentirme mas cerca de ellos. -le informó casi sin mirarle, o eso creía Hans, su hermano mayor le estaba mirando de reojo sin que él se percatara de ellos. -Hans, ven conmigo un segundo.

-Vale. -el pequeño príncipe caminó junto al otro sin preguntar ni decir nada más, no sabía a dónde se dirigían hasta que empezó a oler bastante fuerte. -Ugh, Linus aquí huele muy mal.

-No te quejes tanto, así huelen los animales, y más si juntas a muchos en un mismo sitio como es a los caballos en este caso. Verás... aquí hay muchos caballos, y yo no me puedo hacer cargo de todos, así que...

Hans Westergård.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora