Capítulo 8: El príncipe y la princesa.

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Hans llegó a Arendelle la misma mañana del día de la coronación, sus acompañantes no se detuvieron en ningún momento tras desembarcar, y se dirigían al castillo para saludar a la reina, e instalarse como el resto de invitados provenientes de reinos lejanos. Pero Hans no pudo evitar detenerse, y apreciar la belleza del reino de Arendelle, con Sitron en tierra firme, y el resto de compañeros llevando su equipaje, Hans no dudó en aprovechar la ocasión para conocer Arendelle, al menos de primera vista, los días siguientes serían muy complicados y necesitaría centrarse en otro tipo de cuestiones.

-Si no os importa... Luego voy yo, me gustaría ver el pueblo. -normalmente Hans habría olvidado todo aquello y se habría cambiado de ropa y descansado para asistir a la coronación que se celebraría esa misma tarde, pero aquella ocasión era especial, Arendelle era especial, estaba acostumbrado a las calles de una isla, a su parecer, bastante aburrida, pero Arendelle no parecía aburrido, tal vez sería por motivo del evento, pero la primera impresión dejó a Hans sin palabras.

Parece ser que nadie había querido perderse ese día, todos los habitantes estaban a las puertas del castillo, o eso creía él. Desde un vendedor de hielo con su reno, a juzgar por su trineo, y un anciano de alta clase social. Hans se montó en Sitron y no dudó en caminar por el centro del pueblo para ver los preparativos de la gran fiesta, pues parecía ser que las puertas aún tardarían unos minutos en abrirse. No paraban de llegar barcos, le llamó la atención uno que llevaba el símbolo de un gran sol en la vela, estaba seguro de que lo había visto antes en algún libro o mapa, pero no recordaba exactamente donde. Aquel reino parecía tremendamente feliz por todas partes, y bastante entrañable, parecía mentira que las puertas hubieran estado cerradas, no se respiraba amargura alguna, ni intriga. Pero sí cierta curiosidad.

Al parecer las puertas se habían abierto hace breves instantes y Hans se encontraba alejado respecto al punto de referencia, por lo que decidió acudir cuanto antes, no le gustaría empezar causando mala impresión o recibiendo charlas de sus acompañantes. Procuró darse prisa a lomos de su amigo, y a un trote algo rápido se aseguró su llegada a tiempo. Lograba ver como el puente hacia el castillo se estaba llenando de gente, y no solo el puente, sino el acceso en general a los alrededores. Por ello decidió tomar el camino del puerto, estaba libre y se acercaría antes a la entrada, y si tenía suerte, lograría ''colarse'' entre la multitud, aunque antes de eso debería encontrar un lugar para Sitron.

Su sorpresa fue mayúscula cuando el caballo frenó en seco, al igual que aquella vez hace muchos años, cuando se quiso dar cuenta, una chica había caído en uno de los botes a causa del pequeño impacto, y no solo eso, sino que estaba bajando de tal forma que ya la veía en el agua, pero por suerte, Sitron puso una pata de contrapeso en el otro extremo, haciendo que la pequeña barca tomara una posición recta de golpe, dejando a la chica lejos del agua y con lo que parecía ser un alga sobre la cabeza, no se la veía muy contenta.

-¡Eh! -dijo la joven caída.

-Lo siento, ¿t-te has hecho daño? -Hans no podía evitar sentirse culpable frente a ello, no era su intención lastimar a la pobre muchacha y mucho menos empezar con problemas, menuda forma de llegar a Arendelle. Sujetó a Sitron, para evitar que pudiera pasar cualquier otra cosa.

La chica, por el contrario, pareció olvidar aquel contratiempo al fijarse en el jinete del caballo que la había empujado, quedándose incluso unos segundos sin palabras, aunque Hans tenía en mente la intriga de qué daño había podido causar, por lo que no percibió mucho ese detalle.

-Hola... -respondió sonriente mientras tenía la cabeza en las nubes, pero rápidamente volvió en sí e intentó disimular aquello.- Eh... Sí, no, qué va. Estoy bien.

Hans Westergård.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora