Llego a casa y doy dos besos a mi tía antes de subir a asearme.
- ¿Qué rápido has venido no? – grita mi tía desde la cocina, a lo que yo me asomo a la barandilla de las escaleras con el cepillo de dientes en la boca.
- Ajá – cepillo despacio – Hoy sólo era día de presentaciones, se supone – me dirijo al baño y escupo. Me miro al espejo y me recojo mi casi morena melena otra vez, en un moño demasiado informal.
- ¿Y qué os han presentado? – pregunta con curiosidad. Aunque no le esté viendo la cara, por el simple tono de su voz sé que quiere saber cosas sobre mi nuevo instituto, y la entiendo porque incluso yo quiero saber algo sobre él.
- Nada – río.
Mi tía asoma la cabeza por la puerta de la cocina con una ceja arqueada.
- ¿Nada?
- El director nos ha dado el típico discurso de bienvenida. Entre Kira y yo hemos encontrado nuestra aula y después nos hemos vuelto. Esa ha sido nuestra presentación – me encojo de hombros y mi tía suspira terminando de pasar el paño por el plato.
- Cielo, ¿estás segura de que eso es lo que quieres hacer?
- Si – miento –
- Te he visto coger cientos de libros desde que eras pequeña, y siempre pensé que cuándo llegase este momento tan importante, me dirías que quieres dedicarte a algo relacionado con ese mundo – recuerdo la cantidad de libros que he llegado a leer desde que me mude con mi tía, e incluso yo me sorprendo. Sobre todo porque tiene razón.
- La decisión está tomada tía. A mí también me hubiese gustado mucho haber pertenecido al mundo de la literatura, pero quizás me sobró cobardía y me falto valor – añado.
-Nunca es tarde para hacer las cosas corazón. Anda, ve a cambiarte, yo estoy terminando la comida – sonríe y yo le devuelvo la sonrisa antes de desaparecer por la puerta de mi habitación.
Es cierto que odio estudiar. Nunca he sido buena para sentarme durante horas delante de un libro y memorizar cada palabra, pero la literatura es algo excepcional. Mi madre me leía novelas cuándo yo era muy pequeña, y cuándo ella murió, yo misma me las leía y releía con el fin de acordarme de ella. Cada vez que mis ojos seguían una línea continua, la voz de mi madre resonaba en mi cabeza, cómo cuándo era ella quién le daba voz a las palabras escritas en aquellas hojas. Suspiro y saco el libro de Bécquer de la estantería dejándolo caer sobre los pies de mi cama.
Metida en la ducha recito las palabras de ese libro, aquellas palabras que tanto consiguieron llegarme;
"Podrá nublarse el sol eternamente, podrá secarse en un instante el mar, podrá romperse el eje de la tierra cómo un débil cristal. Todo sucederá, podrá la muerte cubrirme con su fúnebre crespón, pero jamás en mi podrá apagarse la llama de tu amor"
Te quiero mamá.
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Wood.
FanfictionAmber Wood. Dieciséis años. Una novela que te mostrará la razón de ese refrán tan famoso; "Del amor al odio, sólo hay un paso"