Capítulo cinco -

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La tarde pasó más rápido de lo que esperaba. A las nueve y cuarto, Cristina, mi tía, se fue a dormir porque le había entrado un inmenso dolor de cabeza, así que me dejó la cena metida en el microondas para que bajase a comérmela cuándo me entrará hambre. Cosa que sucedió alrededor de las once menos veinte. Cuándo guardé el libro y casi a oscuras, baje a la cocina a por mí cena. Antes de volver a mi habitación, recogí y entre a la habitación de mi tía, que ya estaba profundamente dormida.

Son las diez y cuarto, y una vez más me ha despertado la horrible melodía de mi despertador. Melodía que a partir del lunes, volveré a escuchar cada día exceptuando fines de semana. Bostezo estirando los brazos por completo y salgo de la cama. Anoche dejé preparado el vestido blanco playero que iba a ponerme hoy, ya solo me faltaba elegir y buscar el biquini. Sobre todo lo segundo.

Tras cinco minutos, di con el que pensé que había perdido definitivamente, pero no, aquí estaba, en mis manos de nuevo. Un precioso color salmón para la parte de abajo, junto con un estampado floral y unos preciosos volantes blancos para la parte de arriba.

Termino de vestirme y hago la cama.

- ¿Cómo estás hoy? – pregunto a mi tía.

- Mejor, ¿cenaste ayer? – asiento.

- Lo recogí todo, y lo que sobro lo metí en la nevera para que puedas comer hoy, así que será mejor que sigas descansando. Yo volveré tarde, pero si necesitas cualquier cosa llámame Cristina – me acerco a ella y dejo un tierno beso sobre su frente – Te quiero.

- Ten cuidado corazón – sonríe débilmente y devolviéndole la sonrisa, cierro la puerta de su habitación.

Bajo al comedor y me dejo caer sobre el sofá haciendo zapping hasta que Kira pica a la puerta. Apago la tele y dejo el mando dónde estaba.

- ¿Estas lista? – pregunta meneando su alta coleta oscura.

- Que remedio – me encojo de hombros y sonrío.

Kira y yo comenzamos a andar hasta casa de Nicole, quién vive a unas tres manzanas, así que no tardamos demasiado, unos diez minutos más o menos.

- ¿Y desde cuándo mantienes contacto con ella? – pregunto sagaz.

- Jamás lo he tenido – se encoje de hombros y yo arqueo una ceja – Pero me envió el mensaje...y me pareció buena idea – añade.

- Ajá... - nos quedamos en silencio hasta que llegamos a la supuesta fiesta, dónde ya hay bastante gente. Gente a la que, por cierto, no conozco y que se divierte saltando desde varios metros.

La emblemática de Nicole nos recibe con una sonrisa y un cálido abrazo.

- Felicidades – digo amable.

- Si, felicidades – repite Kira sonriente.

- Gracias, tenía muchas ganas de volver a veros – afirma Nicole.

Kira y yo le mostramos una sonrisa un tanto distante, y nos adentramos en el jardín trasero de la casa, dónde según las indicaciones de Nicole, se encuentra la piscina. Echo un vistazo a la gente, del mismo modo que hice ayer cuándo pise por primera vez mi nueva clase.

- Aquí hay varias personas que os acompañaran durante el curso – sonríe Nicole posando una de sus manos en mi hombro, y la otra en el de Kira, asomando así su cabeza entre nosotras.

- ¡A integrarse! – intento sonar entusiasmada y que no se note demasiado que la sonrisa que ocupa mi rostro, no es nada sincera, pero dónde no hay, no se puede buscar. O eso decía mi madre cada vez que hablaba por teléfono con el hermano del señor al que debería llamar padre.

El hombro de Kira roza el mío, y hace un gesto demasiado raro con la cabeza, creo que intenta enseñarme algo, así que miro en la dirección que indica. Es inmensa mi sorpresa cuando me encuentro de nuevo con ese pletórico ejemplar, "La sombra del viento".


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