En donde Olivia llega a un lugar totalmente desconocido para ella tratando de buscar respuestas a su paso. No imaginaba toda la verdad detrás de donde estaban ella y sus amigos.
La verdadera prueba aún no comenzaba. ¿Podría enfrentarse a todas las...
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La rubia se detuvo en la mitad del área, giró lentamente sobre sus talones, dejando que sus ojos recorrieran cada rincón visible.
Los árboles que bordeaban más haya del centro del área, las construcciones de madera improvisadas, el campo ya agitado por algunos cultivadores madrugadores… pero lo que realmente capturó su atención fue una de las cuatro puertas del laberinto.
Olivia entrecerró los ojos, y entonces vio como Minho y otros corredores más, cruzaban la entrada con paso ágil y concentrado. Él no la vio, ninguno de los que entraban ahí lo hizo en realidad.
La rubia permaneció inmóvil por unos segundos, con el ceño fruncido, como si el propio laberinto le hablara desde la distancia.
Había algo que todavía le resultaba inquietante al respecto. Claro que escuchó lo que mencionó Newt, la plática de Alby también seguía presente. Sin embargo todavía tenía sus propias dudas acerca del laberinto y aunque le preguntara a Minho, que era un corredor, no creía que sus dudas quedaran completamente resueltas.
Con esos pensamientos flotando en su mente, reanudó el paso, caminando lentamente mientras el área comenzaba a despertar del todo.
A su alrededor, chicos salían de su lugar de descanso, algunos se desperezaban, otros ya llevaban herramientas que tendrían que utilizar en ese nuevo día.
Ciertas miradas la siguieron. Algunas discretas, otras descaradamente curiosas. Aparentemente, aún no se acostumbraban a verla ahí, y aunque ya habían pasado varias semanas desde su llegada, Olivia todavía era una novedad.
Tal vez se había debido a que esas semanas las había pasado en realidad postrada en una camilla.
—Hola, novata. —saludó un chico de cabello castaño largo, pasándole por el lado.
—Amm... buen día. —respondió ella, por cortesía.
Pero su expresión cambió apenas él se alejó. Frunció el ceño.
Novata.
Otra vez.
Por más que se había esforzado en recordar su nombre, parecía que a muy pocos les importaba llamarla por ese.
La de cabellera rubia apretó los labios.
Entre el bullicio creciente, reconoció un rostro familiar caminando entre varios chicos.
Y entonces sus ojos de ella se iluminaron un poco.
—¡Louis!, ¡Louis!—llamó Olivia, alzando la mano mientras apresuraba el paso entre la tierra suelta del sitio.