El pintor

0 0 0
                                        

¿Por qué, si sabemos las respuestas a nuestros problemas,
nos hundimos en un pozo sin fin?
Nos echamos agua hasta ahogarnos, hasta perder el aliento,
hasta dejar de ver la luz que tiene la vida.

Toda la vida nos la pasamos sabiendo qué hacer, qué decir, cómo actuar.
Y aún así, no sabemos cómo echarnos una cubeta de agua fría
para despertar y decir:
“Seguimos vivos, seguimos despiertos.”

Estamos bien en cuestión de salud,
pero el alma a veces se nos ahoga en un vaso de emociones.
Los problemas son retos:
tareas que la vida te deja diariamente sobre la mesa.
Y en cada una de ellas, vas a derramar lágrimas, sonrisas, berrinches, drama,
melancolía, enojos, tristeza...
y un sinfín de emociones más.

Pero lo importante es recordar
que cada momento es especial e importante.
No hay que menospreciar nada,
porque cada parte nos ha formado
y nos ha traído hasta quienes somos hoy.

El futuro es una duda, un misterio,
un pozo sin fin donde no hay respuestas claras.
Lo que sí construimos día a día
es el presente,
con las personas que nos rodean.

Se nos olvida que la vida es un paso,
que nada está comprado,
y que cuando nos toque irnos
no nos llevaremos nada…
Solo lo que vinimos a dar:
nosotros mismos.
Y entonces me pregunto:

¿Por qué el orgullo tiene que ser la pausa para dejar de hablarle a alguien?

¿Por qué el ego tiene que comernos hasta los huesos para sentirnos superiores?

¿Por qué dejamos que los malentendidos se conviertan en guerras?

¿Por qué hacemos grandes problemas de cosas pequeñas?

¿Por qué presumimos madurez, si actuamos como niños heridos?

Y no está mal.
Ser niño está bien.
Porque a veces es más sabio un niño que un adulto lleno de orgullo.
Picasso lo dijo:

“Un pintor es un hombre que pinta lo que vende.
Un artista, en cambio, es un hombre que vende lo que pinta.”

Muchas veces vivimos presumiendo algo que ni siquiera somos.
Presumimos madurez, sabiduría, resolución…
y en realidad, vamos caminando por la vida como niños
que solo quieren que alguien los escuche, los abrace y los entienda.

Y eso está bien.

Está bien vivir como niño,
aconsejar como anciano
y soñar como loco.

La sociedad se ha encargado de apagar los sueños de la infancia.
Limita la imaginación,
pone reglas para la libertad,
y convierte la autenticidad en rareza.

Nos dejamos cegar por nuestros problemas y nuestras "áreas de oportunidad",
y tanto así, que olvidamos lo que sí tenemos.

No podemos ser buenos en todo,
pero si eres bueno en una sola cosa…
¡explótala!
Hazlo con el alma, hazlo bien.

No te compares con nadie.
Cada ser es único, hermoso,
y libre…
A nuestra manera.

Vuelta al abismo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora