¡LA ANOREXIA ES HEREDITARIA!

295 7 0
                                    

Mi madre entró en mi habitación y lo confesó todo, previniéndome.
Ella fue anoréxica, cuando cumplió los 18. Simplemente dejó de comer y bajó tanto se peso que tuvieron que internarla. No dio más detalles, sólo dijo eso y luego cambió de tema pero mi mente se detuvo y no pude escuchar más nada. ¿Mi madre, la rellenita? ¿Mi madre, la que comía de todo y se quejaba como toda mujer de cuarenta y tanto, pero nada más? ¿La que hablaba de dietas pero jamás lograba una? ¿Ella había dejado de comer?
Nunca supe si lo dijo sabiendo que yo no comía o inocentemente, pero daba igual porque apartir de ahí nada fue igual. No sólo fue si era gorda o no, no sólo fue si era feliz o no: fue todo. Mi mundo entero, mi vida, mis creencias se vieron completamente cuestionadas y reinventadas. En un momento llegué a pensar donde era que había estado esos 15 años. ¿En verdad había vivido? No lo creo. Era una niña, soñando con la adolescencia desenfrenada, con muchas fiestas y alcohol. Veme aquí, sufriendo en silencio.
Mi mente infantil se vio muerta al segundo y cambié por completo. Jamás volvieron a saber de mi viejo yo. Pero al miseria de mi vida continuó y nada pudo superar el dolor. A pesar de todo, volví a comer. No entendía porque lo hacía. Yo no tenía hambre y nadie preguntaba si quería comer esto o aquello, pero igual comí. Ahora que lo pienso, talvez fue por mi madre. ¿Acaso la quería tanto como para renunciar a mi felicidad? Si, y los hechos lo comprobaban. Sabía que ella sufriría y por eso evité mi felicidad y volví a comer. Con el tiempo, mi estómago se acostumbró y ya no hubo que lo detuviera. Comí, comí y comí hasta que los granos llenaron mi cara y la grasa todo mi cuerpo. Engorde 10kg en menos de dos meses y seguía comiendo. Investigué en internet que mierda pasaba con mi cuerpo que no podía pararlo. ¡Yo no era así! ¡Detente! ¡Maldira sea detente!
Averigüe que mi cuerpo se estaba preparando para un nuevo año en el que sólo cenaría por obligación de mis padres y entonces comprendí que debía hacer algo. No iba a quedarme ahí sentada esperando a engordar más y más. Pero no quería lastimar a mi madre, aún la quería y se que en el fondo ella no se merece una hija así. Debía aprender de sus errores y ser fuerte. Y la única manera era ocupando mi mente en otra cosa, cualquiera.

Yo jamás había hecho nada en mi vida aparte del colegio (doble escolaridad) y nunca había tenido ganas de hacer nada. Pero el hambre me mataba y el aburrimiento hacia que comiera aunque revalara de grasa. Entonces decidí empezar comedia musical. ¿Que como llegué a eso? Pues supongo que apartir de la desesperación y las ganas de bajar un poco (muchísimo) de peso. Supuse que si hacia ejercicio mejoraría y no tendría que recurrir a Ana (si, me equivoqué). Supuse que la infelicidad pasaría, pero no estaba preparada para lo siguiente.

Ana, Mia y Auto lesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora