Kisumi había preparado una pequeña comida, un poco de Onigiri, Tenpura, Sushi, e incluso pokis.
-Esto esta delicioso, Kisumi- Dije tomando un poco de sushi -. Eres mejor que yo en la cocina.
-Oye, oye, aprendí de la mejor- Tomo un poco de té.
-¿Hmm? ¿Tu madre te enseñó?
-No- Se inclino, descansando su frente sobre la mía -, de hecho estaba hablando de ti.
-¿Yo?- Reí levemente -¿Has visto Ratatuille? Yo sería el tipo de nariz grande que no sabe cocinar y tu serias la rata que lo guía.
-¿Me estas diciendo rata?- Enarco una ceja y una sonrisa burlona.
-¿Eh? ¡N-no!- Me aleje de él, tratando de ocultar el rubor en mis mejillas -Yo... No me refería a eso, ¿sabes?
Tome un trozo de tenpura y lo lleve a mi boca, me volví a él y no había borrado esa sonrisa de su rostro.
-Lo se, es sólo que quería verte sonrojar- Volvió a acercarse -Tus ojos resaltan mas cuando tus mejillas se ruborizan- Llevo su mano a mi mejilla, acariciando suavemente y depositando un beso en ella.
-G-gracias- Hable tímidamente.
Después de la comida comenzamos a hablar, esa clase de conversaciones que no tienen sentido pero que de algún modo entiendes; reímos con las historias que Kisumi contaba que vivía con Makoto y Haru cuando cursaban la escuela media, de la primera declaración de amor que hizo y lo mal que termino su cabeza en el escusado. De todo lo que no sabía y lo que ya conocía de él.
Entre una de sus historias no pude evitar perderme en él. Lo veía hablar, la manera en que sacaba el lado bueno de las cosas malas, la forma en que veía al mundo desde su perspectiva. Siempre lo vi sonreír, de una manera tan sincera y feliz que hacia que todos mis problemas desaparecieran, que todo se desvaneciera, que todo dejara de existir. Sabia que, seria así hasta el final, incluso cuando estuviera tendido en la cama de un hospital tendría esa sonrisa que te haría pensar “todo esta bien".
-¿Ocurre algo?- Preguntó al ver lo atenta que estaba
-Me recuerdas a ella- Sonreí.
-¿A quien? ¿Tu madre?
Negué con la cabeza.
-A mi abuela- Baje la mirada.
Kisumi se acerco hasta estar a mi lado, rodeo mis hombros con su brazo y me inclino para que descansara la cabeza en su hombro. Nos volvimos con la vista al mar, admirando como las luces se iban apagando y la luna empezaba a salir.
-Nunca me contaste de ella, ¿como era?
-Tu.
-¿Yo?- Rió un poco desconcertado.
-Era como tu. Alegre, siempre sonriente a los demás, viviendo positivamente y disfrutando a cada instante su vida. Siempre miraba Me detuve para tragar el nudo que se formaba en mi garganta -. Era apasionada, cariñosa, agradecida por lo que la vida le había dado, y por lo que había perdido. Fue... Un verdadero ejemplo de vida, de madre... De mujer.
-¿Que le paso?- Acaricio mi brazo, sabiendo lo mal que me ponía hablar de ella desde aquel día.
-Un día después de mi cumpleaños, cuando me regalo el reloj, enfermó y tuvo que ir al hospital. Y para el día siguiente ella... Había fallecido.
Una lágrima rodó por mi mejilla, y luego otro hasta que me encontré llorando.
-Amor- Me tomó entre sus brazos y beso mi cabello.
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