_ ¡Edith! ¿Qué estás haciendo? -Preguntó y en la casa sonó un eco que se estiró entre las habitacionesPero ella no respondió. Axel estaba desempacando algunos adornos de vidrio y cerámica de Maia y poniéndolos sobre el estante de roble que le regaló su madre como obsequio de bodas, pero al no ver a Edith por ningún lado, dejó de hacerlo y buscó con la mirada hacia las proximidades de la casa que estaban dentro de su campo visual. Nuevamente no vio a nadie._ ¡Maia! -Le gritó a su esposa que estaba en el segundo piso ¿Está Edith contigo?Ella bajó la escalera con apuro, sus talones sonaron en eco al golpearse conlos escalones. _ ¿Edith? -Dijo No, pensé que estaba contigo. Ahora que me lo dices, no la he escuchado desde que comenzamos a ordenar esto último. -Giró la cabeza hacia afuera y dirigió su mirada al porche, sobre los tablones fríos de madera, había unas hojas de otoño coladas sobre la alfombra en la puerta principal, pero Edith no estaba allí. Hacía tres días que se habían mudado yese había sido el lugar que había elegido para jugar a "tomar el té" con sus dos peluches grandes. Mi amor,¿estás ahí?Caminó hasta allí, pero no la vio. El frente era grande, entre el porche y la verja había un gran cuadrado verde en el que florecían tristemente pequeñas florecitas de color amarillo apagado, siete higueras medianas y un enorme sauce llorón que en conjunto le daban ala casa un toque tétrico y melancólico.En el sauce, colgaba un hamaca hecha con dos cuerdas sucias y una madera gruesa e hinchada por la humedad, Edith se había hamacado varias veces allí, pero en ese momento, los ojos de su madre sólo percibían un columpio vacío y estático como un recuerdo congelado.