13 Capitulo

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La vena que había crecido en su frente le deformaba la cara casi tanto como su cicatriz, dentro de ella, corría su sangre homicida furiosa y vertiente como la de la cabeza de Maia. Se dio la vuelta y cerró la puerta de un golpe,ni siquiera se dio cuenta que estaba actuando, hasta parecía verse afuera de él mismo, desconociéndose como persona.Tomó con fuerza el cuerpo de Maia y lo metió bajo la cama. Gotas de su helado sudor cayeron en el ínterin.El puño de su hija golpeó la puerta._ Mamá, ¿Maddie está allí contigo? -Preguntó desconociendo lo que ocurría detrás de la puertaEl atlético estado de Axel lo había beneficiado en aquél momento, sólo tardó unos segundos en esconder el cuerpo de su madre. Luego, movió la cómoda hacia delante para que ésta quede encima del charco de sangre.Respiró hondo y abrió la puerta.Edith lo vio y le causó asco verlo en ese estado. Lucía traspirado, despeinado y agitado. Pero cuando vio que tenía a la muñeca en su mano la tomó rápidamente y se olvidó del tema. Dio media vuelta y se fue de nuevo hacia la hamaca._ ¿Dónde estabas? -Se le escuchó decir Me dijiste que ibas al baño y terminaste en el cuarto de mamá...La palabra "mamá" resonó en su mente junto con otra que desde hacía varios minutos evitaba afrontar: Criminal.Pidió faltar al trabajo esa tarde por motivos de salud, confesó que no le importaba el monto de dinero que le descontarían de su sueldo el próximo mes por ello.Lo que haría en el correr del día no lo pensó mucho, estaba demasiado choqueado como para poder realizar sus acciones con claridad. Primero, esperó que su hija se duerma, tan profundamente como acostumbraba a hacerlo.Sacó del fondo de la casa una enorme hoja de plástico grueso, con la que envolvía las vigas y otros elementos que había comprado para la reformación del hogar y la llevó hacia el lugar del crimen. La colocó sobre la cama de una plaza y recostó a su esposa encima, tapándola después con una manta roja. Acto siguiente, la limpieza total e impecable del lugar.Mientras trapeaba no dejaba de pensar en el hecho de que su hija ya no vería más a su madre. No tuvo necesidad de mentirle, por alguna razón no le había preguntado dónde se encontraba su madre que no había visto en todo el resto del día.Cada lágrima que derramaba en el piso,era eliminada con el agua enjabonada que liberaban las cuerdas del trapeadory que se mesclaba con la sangre espesa pegada en los tablones.Cuando terminó, hizo lo más difícil. Mientras todo secaba, envolvió como aun enrollado al cadáver en el plástico y con las puertas de la habitación, de la entrada y de la camioneta abiertas, se transportó con rapidez y sigilo con su mujer en los brazos, rogando a la suerte no encontrarse con Edith despierta. Cuando quiso acordar, estaba en el asiento delantero con la mano en la llave, comenzando a llevar a su esposa al rio más cercano, a unos dos kilómetros de allí. Si la suerte lo acompañaba, no lo atraparían. El rio corre fuerte y desemboca en una cascada de piedras, sabía que era un indigno adiós hacia el cuerpo de su mujer, pero debía elegir entre eso y pasarse toda la vida en la cárcel.La próxima imagen que tenía de sí, era su cuerpo recién bañado, acostado en la cama matrimonial, sin mover un sólomusculo, sin creer lo que acababa de pasar ese día. No supo cuándo se durmió, pero cuando quiso acordar, el sol ya se había asomado por completo desde el frío horizonte.Se desperezó con sus parpados congelados, para él solo habían pasadounos minutos, su cuerpo no tenía muestras de sentirse descansado y necesitaba estarlo para afrontar todas las mentiras que debería formularle a la policía para no ir preso, se tomaría todo el día para pensar bien en eso y a la noche llamaría a las autoridades para anunciar la extraña desaparición de su mujer.Se sentó en la cama y abrió los ojos. Gritó del susto.El reloj casi marcaba las ocho de la mañana, era imposible que Edith ya haya despertado.Justo al lado de su cama, estaba Maddie parada, como si sus pies de plástico estuviesen clavados en el piso a través de la alfombra color roja.En la casa había un silencio que le producía un leve zumbido en sus oídos, luego se escucharon unos pasitos secos que provenían del pasillo. Era Edith.Entró a la habitación con un rostro inentendible, sus ojos lucían apagados y artificiales, como si por ellos hubieseperdido la esencia de su vida. Estaba vestida con su camisón blanco de cama y se veía media perdida._ ¿Edith? ¿Estás bien, pequeña? -le preguntó su padre, como si en su cabeza no tuviera ningún problema por el que preocuparse.Ella no respondió al instante. Luego, bajó la cabeza hacia Maddie, quién estaba de espaldas a ella. La subió de nuevo y en el instante que iba a comenzar a hablar, le bajaron de sus narinas dos finas y brillantes líneas de sangre que se deslizaron por sus labios y cayeron sobre la cabeza de Maddie, manchando el tul de su vestido de novia._ Maddie no está vacía. Aún puedes salvarnos. -Dijo y salió corriendo a toda velocidadSu padre se paró inmediatamente y salió en busca de ella._ ¡Edith!... ¡Edith, vuelve aquí! -le gritó antes de salir del cuarto, pero se detuvo en la puerta y dio un giro de ciento ochenta grados para ver de espaldas a Maddie."Maddie no está vacía. Aún puedes salvarnos..." recordó y se estremeció del miedo._ ¡¿Qué carajo está pasando?! -Gritó al techo agarrándose mechones de su cuero cabelludo con tanta fuerza que los arrancó No... esto no es real, esa muñeca sólo es juguete, ¡un estúpido juguete! Maia no estaba en lo cierto, Edith está confundida y yo... bueno, creo que yo sí estoy loco.Todo eso lo había dicho con los ojos apretados y cuando los volvió a abrir, la muñeca estaba con la cabeza dada vuelta, mirándolo con los ojos más vivos del mundo. Axel notó que las manos de Maddie estaban manchadas de color rojo y una de ellas cargaba un lápiz, precisamente el mismo que habíaperdido Maia y con el que supuestamente había escrito a su amante.El estómago Axel se torció de repente y lo hizo encorvarse haciéndole escupirun vómito verde con manchones rojos desangre que se desparramó fuera del borde de la alfombra. Su respiración era agitada, pero cuando vio la sangre,se aceleró aún más._ ¡No nos matarás! -Le gritó desquiciadamente ¡No nos podrás matar, Amadine! ¡Primero lo haré yo!Y de nuevo recordó la frase que había dicho Edith: ""Maddie no está vacía. Aún puedes salvarnos...".Sin pensarlo dos veces, cargó la muñeca y la acostó boca arriba sobre la cama, luego la volteó, sus ojos lucían demasiado reales como para volverlos a mirar._ Bien, Edith ha dicho que no estás vacía. ¿Qué mierda llevas en tu interior, maldita puta? -le dijo destrozando el velcro para desvestirlaDescubrió su espalda y vio en su cuello la palabra "Maddie", más abajo, en el medio de su envés estaba escrita la frase "Ábreme si quieres vivir" y al momento en que lo leyó corrió hacia la cocina a buscar el cuchillo más grande.Sin piedad alguna, penetró aquél plástico como a un trozo de carne muerta y le hizo un tajo que recorrió suespalda, lo abrió y halló en el interior un sobre pequeño, de apariencia exactaal que había encontrado hacía veinte horas, con la diferencia que éste estaba bloqueado con un sello rectangular con el apellido "Tussaud" escrito.Lo abrió desesperadamente y leyó lanzando de su boca sucia de vómito, un gemido de horror que no cesaba."Mis queridos malaventurados, no lo tomen de manera personal todas las desdichas que le he hecho pasar. No quería hacerles sufrir, pero no podré revivir plenamente si no entrego antes de tiempo los tres cuerpos necesarios.Aun así, si estás en contra de mis planes, te doy el permiso para que continúes tu vida en paz. Simplemente debes enterrar mi cuerpo de plástico, aquél que tome prestado para realizarlo todo y entiérralo bajo una de las higueras en un agujero profundo y grande como para poner un humano, sólo de ésta forma mi alma descansará en paz y ya no podré volver al mundo real. Mis dioses son deidades muy generosas con los humanos y aún en contra de mi voluntad, me han obligados a decirles la solución a su problema, pero recuerda, sólo podrás lograrlo si todavía no han muerto dos de ustedes"Axel no sabía si en ese momento debía gritar de felicidad o entregarse al terror que corría por sus venas y que hacían que su pecho estalle en latidos.Agarró a la muñeca de los pelos corrió como un felino africano hacia el fondo de su casa para tomar una pala de excavación.Afuera caía un rocío invernal, pero a Axel ni siquiera se le pasó por la cabeza abrigarse. Atravesó nuevamentela casa, ésta vez su meta era el frente hacia la higuera más cercana, tenía ambas manos ocupadas y en su mente yacía la pregunta "¿Dónde está Edith?"La llamó a gritos imaginando cómo se lamentaría si estuviese muerta, no solamente porque se quedaría sólo, sino porque habría faltado a la única condición que tenía el macabro juego deAmadine, no enterrar a la muñeca si yahay dos personas muertas.Cuando salió por la puerta delantera, vio a Edith de espaldas sentada sobre la hamaca del sauce, parecía estar en perfectas condiciones pero no quiso vociferarle, algo dentro de sí le decía que debía terminar con el entierro cuando antes y además comprendía como comprendía la obsesión de su hija hacia la muñeca, la verlo enterrarla protestaría contra él y no tenía tiempopara ese tipo de escenas.Tiró la muñeca hacia un lado y de inmediato comenzó a cavar. Al hacerlo,Edith se dio cuenta de lo que hacía y se acercó a él, inexplicablemente no levantó queja alguna, permaneció callada todo el tiempo salvo tres o cuatro veces en donde tosía y le sangraban las narices, en esos momentos era en los que Axel más se apresuraba.

MaddieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora