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Observé de reojo algo incómoda a Calum y corrí el cabello de mi cara. Aceptar venir a la casa de Ashton fue una pésima idea.

El moreno tenía los ojos algos hinchados y una pinta terrible. Parecía no haber dormido en cuarenta años. Su cabello estaba algo despeinado y era el tercer cigarrillo que había fumado en las dos horas juntos. No me dirigía la mirada en absoluto y fingía estar concentrado en el tonto relato de Irwin respecto a su ida al supermercado. Por si era poco, la noche apenas comenzaba, ni siquiera habíamos cenado.

-¿Tú qué dices? -preguntó el castaño- ¿Estás ahí?

Aclaré mi garganta y le dediqué una mirada expectante.

-Perdón, ¿qué?

-Que si quieres ir a un club luego de aquí -respondió-

Mordí mi labio inferior y pensé en alguna excusa convincente para rechazar la invitación.

Nada.

-Qué va -declaré finalmente-

-¡Perfecto! -exclamó emocionado- Iremos a Soho, ya sabes, el nuevo.

Luego de una pizza y unas cuantas cervezas donde lo único relevante que sucedió fue el toque de la mano de Hood por equivocación en mi brazo, decidimos partir hacía mi departamento donde podría cambiarme el vestuario y observar si mis cejas seguían en orden. El camino en el Jeep de Calum estuvo colmado de quejas por parte de Ash y bufidos de su amigo.

Al entrar, me avergoncé por semejante desorden. Tenía cada uno de mis oleos sobre la mesa y unas cuantas hojas tiradas en el suelo debido a mi frustración de unas horas anterior. Sentí mis mejillas hervir.

-¿Pintas? -preguntó Calum-

-Uh, sí, yo...

-¡Sus dibujos son de otro mundo, deberías verlos!

Y ahí fue mi única chance de entablar una conversación con él en la noche.

-Me iré a cambiar.

suicide hotline • hoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora