Retiró el cigarro de su boca y se sentó en el banco del centro comercial, sosteniendo en su mano el gorro que alguna vez había sido de un color rojo chillón. Con los años su color se había opacado.
Ocupar aquel gorro en la cabeza se había convertido en una costumbre del día a día, incluso cuando había pasado mucho tiempo desde que dejó de necesitarlo.
Su deber era ocultar las consecuencias de las pésimas habilidades que Miyuki tenía para cortar el pelo.
-He tenido mejores peinados en el hogar de niños-se quejó una vez ella hubo apartado las amenazantes tijeras de su cabeza.
-Eres un malagradecido-contestó indignada-, mira que yo estoy haciendo lo imposible para exfoliar esa plaga que tienes en la cabeza.
-¿Exfoliar?-cuestionó confundido- ¿Qué se supone que significa eso?
-Eres un estúpido, ¿cómo no vas a saber lo que es exfoliar? Es muy obvio, es... es... es expulsar a los piojos. Sí, eso es. ¿Qué creías que eran las cremas exfoliantes?
Él simplemente se quedó callado. No sabía si lo que Miyuki había dicho era cierto o simplemente intentaba aparentar superioridad (lo cual no le extrañaría para nada), pero sabía que llevarle la contra en cuanto al significado de una palabra no era un buen motivo para ganarse su enojo.
-¿Pero era necesario arrancarme el cabello para... exfoliarme?
-¡Por supuesto que lo era!
Él suspiró, preguntándose si las niñas que se encontraban al otro lado de la cerca del orfanato eran igual de mandonas y fastidiosas que Miyuki.
-¡¡Miyu!!-a ambos pequeños se les puso el pelo de punta apenas el grito de la mujer de la casa se dejó oír, seguido por el sonido de sus tacones subiendo por la escalera.
-Rápido, al armario, ¡al armario!-ordenó ella, siendo aquella una de las pocas reglas de Miyuki que Issei obedecía sin chistar.
Él alcanzó a esconderse justo a tiempo. La madre de Miyuki apareció en la habitación y se encontró con la pálida cara de su hija. Incluso más pálida de lo normal.
-¿Miyu? ¿Te ocurre algo?-preguntó con preocupación mientras se colocaba a la altura de su hija.
-No mamá, no es nada-aseguró.
-¿Estás segura? Ay bebé, es solo que te ves... es preocupante pequeña-con frecuencia Issei se preguntaba si todas las madres eran como la mamá de Miyuki, constantemente preocupadas de la temperatura de sus hijos y pendientes de que tomaran sus medicinas, comieran las comidas que tenían que comer y a la hora que las tenían que comer, y preocupadas de que el doctor que viene cada semana sea lo suficientemente adecuado como para atender a su hija.
-Mamá estoy bien-repitió mientras la mujer que tenía en frente posaba su mano en su frente-, ¡en serio!
-No lo sé mi amor... ¿qué dices si llamamos al doctor?
-¡No mamá! ¡Te digo que no es nada!-repitió comenzando a frustrarse. ¿Era él el único que le temía a una Miyuki frustrada?
Pero al parecer la mujer tampoco tenía ganas de ver a su hija frustrada, por lo que se puso de pie y la dedicó una mirada trsite.
-Está bien Miyu-accedió-, pero será mejor que tomes la medicina para mejorarte.
-Pero Ma...
-¡Sin peros!-alegó ella una vez más, entonces Issei se percató de que si el carácter de Miyuki daba miedo no quería conocer el de su madre.
La pequeña suspiró rendida.
-Está bien Mamá.
-Así me gusta pequeña-la mujer sacó la repugnante medicina del pequeño botiquín en el que se encontraba guardada y la sirvió cuidadosamente en la pequeña cuchara que se encontraba en este mismo-. Ahora di "A".
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Una hermosa tormenta de nieve
RomancePorque otro huérfano pasó hambre, porque otra niña estuvo enferma. Aquella era la peor tormenta que ambos pudieron haber enfrentado... ¿Podrán escapar de su tormenta de nieve? Portada por CarliGGSheeran