Kimi, es un punto ciego

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Kimi era un desastre, de eso estaba segura, no le bastaba con haber llegado tarde el día anterior, sino que también le había tocado aquel.

Una vez más salió corriendo de su casa hasta la parada de buses, ni siquiera había tenido tiempo para peinarse un poco. Desde la última esquina que le quedaba por doblar pudo ver cómo los últimos pares de alumnos se subían al microbús, no estaba segura de poder conseguirlo...

Pero de todos modos corrió más rápido de lo que creía posible, con el viento desordenando su cabello aún más de lo que ya estaba. El microbús partió y Kimi tuvo que acelerar a una velocidad impresionante para una chica que ni siquiera salía a comprar el pan.

—¡Espere! ¡Por favor, espere!—Gritó, sin parar de correr.

Por suerte el conductor pareció escucharla, detuvo la locomoción y le abrió la puerta, dirigiéndole una fría mirada de fastidio. Pensó en dirigirle una sonrisa para alivianar el ambiente, pero con el aspecto que tenía era mejor ni intentarlo.

La vez anterior había alcanzado a tomar un puesto junto a Issei, pero parecía que esta vez no había ni uno solo desocupado. Issei se encontraba en la última fila, junto a la ventana, escuchando música sin darse cuenta de su presencia. Se paró más o menos cerca y se afirmó de una de las barandas del techo, poco rato después el microbús partió.

Tal vez pasó todo el viaje esperando que Issei la notara, tal vez pasó todo el viaje esperando que le cediera un puesto...

Tal vez pasó todo el viaje preguntándose el porqué de sus pensamientos, aunque la respuesta la tenía más que clara: no habían incógnitas en esa ecuación.

Dirigió una mirada hacia la ventana: el cielo estaba apenas comenzando a opacarse, dentro de poco su brillo se anularía como cada noche revelando las infinitas estrellas, como copos de nieve, brillando en la noche.

El viaje acabó, llegando a su destino. Los pasajeros comenzaron a bajarse uno por uno y Kimi era uno de ellos.

—¿Kimi? ¿En qué momento subiste aquí?—preguntó una voz a sus espaldas.

Kimi sabía que se trataba de Issei y se volteó sonriendo inconscientemente, estaba feliz de que por fin la hubiera notado.

—¿Yo? Bueno, llegué atrasada de nuevo y...

—Te recomiendo fijar una alarma varios minutos antes—dijo él esbozando una leve sonrisa—, así no se te olvida.

Dicho esto se adelantó y bajó del vehículo, dejando a Kimi un tanto atónita.

—Lo intentaré—murmuró, a pesar de saber que no lo escucharía.

Dicho esto ella continuó su camino hacia su respectiva sala, era muy oportuno comenzar el día con una dosis de matemáticas: no requería de tanta memoria y ayudaba a refrescar un poco la mente...

—¡¿A qué clase de persona se le ocurre fijar matemáticas a primera hora de la mañana?!

Aunque parecía que Ekko, una de sus compañeras de clase, no parecía pensar lo mismo.

Ekko era lo más parecido a una amiga que ella había hecho en la universidad, se trataba de una chica altamente sociable que, al parecer, había acogido una simpatía especial por ella y no paraba de pedirle que se sentara junto a ella. Para Kimi esto se le hacía algo agradable, aunque no era lo que se imaginaba al entrar a la universidad.

—Hay sueño flotando en la atmósfera y los números se hacen aún más insoportables de lo normal... ¡Ah! ¿Por qué no estudié literatura? Ahí no se necesitan números.

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⏰ Última actualización: Nov 17, 2015 ⏰

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Una hermosa tormenta de nieveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora