Miyuki sale de casa

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Issei podía pasar horas mirando a la gente caminar frente a él en el centro comercial. Era una de las cosas más interesantes que aparecían en su día a día. Se sentaba con un cigarro en la boca y analizaba cada detalle en el rostro de los desconocidos.

Él sabía lo que buscaba, un par de ojos violetas.

Cada día la realidad lo golpeaba más duro y cada día Miyuki parecía más lejos. Pero aún así él no dejaba de esperar.

El único momento en el que le gustaba salir del centro comercial era durante la noche. Sentía el cuidado maternal de la luna y la discreción de la oscuridad cubriéndolo todo a su alrededor. Le gustaba pensar que su miseria pasaba desapercibida.

Se sentó frente al mar y escribió "Miyuki" en la arena. Esperando que este la hiciera aparecer de alguna manera mágica.

Pero eso no ocurrió.

Miró la luna y de forma melancólica.

Si había algo que él y Miyuki habían tenido en común alguna vez era que ambos sentían más seguridad por la noche.

—El sol solo sirve para quemar—decía Miyuki tristemente mientras dedicaba una mirada tras la cortina—. La luna, en cambio, no le hace daño a nadie.

Si bien, a él el sol no lo quemaba, él siempre había preferido la noche. La oscuridad le permitía escabullirse y robar alimentos, esconderse de los policías y colarse en sitios para pasar la noche tranquilamente.

Aquella noche la madre de Miyuki la había dejado ver "Totoro" durante la noche mientras ella estaba durmiendo.

Pero ella no quería ver la película del elefante, ella quería salir. Miyuki no salía hace semanas de casa, desde que sus padres la llevaron a comer helados al centro comercial—ella quería comerlos en el parque como todos los niños, pero el sol ahí llegaba muy fuerte y el doctor le había prohibido una exposición directa a este—. Así que ella no paraba de mirar hacia afuera mientras Issei se concentraba en la película.

—¿Podemos hacer otra cosa?—pidió Miyuki al notar que Issei no le estaba haciendo caso— ¡Ya he visto esa película muchas veces!

Issei rodó los ojos frustrado.

—¿Por qué? ¡Está buena!—alegó.

—Lo sé, pero ya es suficiente de televisión—dijo ella imitando a su madre en un intento por convencer a su amigo—, es hora de hacer algo diferente.

La niña apagó la tele mientras Issei la miraba amurrado.

—Está bien—soltó—, ¿qué quieres hacer?

—Yo...—Miyuki dirigió otra mirada a la ventana y dibujó una sonrisa en su rostro— yo quiero salir.

Issei se volteó atónito.

—¿Salir?—dijo incrédulo— ¿A... a la calle?

A diferencia de él, Miyuki lucía muy emocionada ante la idea.

—¡Sí! ¡Vamos!

Miyuki saltó de la cama con entusiasmo y comenzó su energético camino hacia la puerta. Issei la tomó del brazo con preocupación.

—Espera... ¿segura de que quieres hacerlo?—preguntó él recordando la crueldad de la calle.

Ella asintió.

—¡Claro! ¿Es que acaso no quieres venir?

—No lo sé—dijo con inseguridad—, no creo que salir sea una buena idea...

Una hermosa tormenta de nieveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora