De números, vida y muerte

46 9 26
                                    

Issei nunca entendió por qué las matemáticas eran difíciles: no eran nada más que cifras que se alteraban las unas a las otras, ¿por qué habrían de ser complicadas? Sin embargo ahí estaba, sin lograr resolver la ecuación que su profesor de cálculo le había pedido.

¿Por qué se necesitaba aprender eso en dermatología?

Pregunta equivocada.

¿Por qué las matemáticas tenían que invadirlo todo?

—Bueno chicos, supongo que es suficiente por hoy—anunció el profesor mientras cerraba su libro—. Quiero ver sus soluciones mañana, la guía completa.

Issei bufó, sin saber cómo se las arreglaría para hacer eso. Tomó su mochila desgastada y se preparó para salir del salón y dirigirse al laboratorio.

Apenas agarró su asiento se dispuso a sacar la guía con el objetivo de poder terminar siquiera la primera ecuación antes de que el profesor llegara.

—El destino parece querer juntarnos hoy.

Maldijo en su interior a quién lo había distraído de sus cálculos, para darse cuenta de que había sido Kimi, la chica del microbús.

—¿Qué estás haciendo? ¿Ecuaciones?—preguntó acercándose a la guía.

—Así es, tengo que tenerlas listas para mañana y no puedo ni resolver la primera.

Ella miró la hoja fijamente por un rato para después dirigirle una amigable sonrisa.

—No es tan complicado, solo tienes que eliminar la división y todo se hará mucho más simple—explicó mientras señalaba el ejercicio—. Préstame tu bolígrafo.

Él obedeció, observando como la chica trazaba números alrededor de todo su cuaderno a una velocidad que lo hacía parecer simple.

—Ahora solo resuelves esto y... ya está: "α= 0,5β".

—No entendí nada—suspiró atónito—, ¿qué rayos hiciste con γ?

—Lo dividí por sí mismo, ¿no viste el que estaba al otro lado?

La verdad era que seguía sin entender, pero eso no iba cambiar en aquel momento, especialmente cuando quedaban menos de cuatro minutos para que apareciera el profesor de química celular y molecular apareciera en la sala.

—No importa—dijo dejando de lado la guía—, ¿no tienes que irte a clases?

Kimi no parecía haberse dado cuenta de eso.

—¡Es cierto! Tengo que irme ahora...—tomó su bolso lo más rápido que pudo y se dirigió hacia la puerta— ¡Nos vemos Issei!

Rodó los ojos, la chica esa era bastante extraña, pero él tenía bien claro que, en el fondo, le agradaba. Pero él y las mujeres no solían llevarse muy bien, ellas siempre demandaban confianza mutua: que ellas pudieran confiar ciegamente en él y él ciegamente en ellas. Era una pena que él no quisiera confiar ciegamente en nadie, solo en dos personas en su vida: la abuela Hana y Miyuki.

Las mujeres eran como las matemáticas: deberían conformarse con el saber que alguien las quiere, ¿por qué no les bastaba con eso? En vez de eso para complacerlas debes de entregarles todo, pero de esta manera, porque de la otra no es lo suficientemente romántico.

Para él no lo valía.

Su reflexión murió junto con el receso, el profesor acababa de entrar al laboratorio.

Una hermosa tormenta de nieveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora