Margaret vivía encerrada en su mísera casa, atrapada por montones de objetos y cerrojos en toda entrada posible. Se educó sola desde que abandonó su casa a los quince años leyendo libros cada que podía y alimentándose de Internet para estar informada del mundo exterior. Su casa es un desorden, llena de suciedad y objetos en cada rincón. suele comer enlatados y gaseosa, rara vez cocina por su cuenta y, obviamente, nunca sale a comer (con nadie). (El cómo recibe dinero esta chica lo dejo a sus mentes)
Esta chica sufría de terribles pesadillas y terrores nocturnos inimaginables; solía soñar con la muerte de sus padres de una manera increíblemente sanguinaria y asquerosa; otras veces sufría torturas en sus sueños y otras veces más soñaba que se quemaba su hogar y que ella se iba con él.
Pero una noche, su sueño fue mucho peor.
Aparecía en su habitación iluminada con luz morada y veía las cosas distorsionadas y ojos rojos observándola por todos lados. Asustada, tiraba objetos objetos hacia aquellos ojos pero se le devolvían inmediatamente con mucha más fuerza. Aterrada, Margaret sale corriendo hacia la puerta de la habitación y la rompe de la desesperación. Atraviesa el pasillo corriendo hasta la mitad y cae llorando; cuando voltea ve a seres asquerosos hechos de carne pútrida y des mechada y de rasgos horripilantes persiguiéndole desde su habitación. Entre gritos cortantes se levanta corriendo casi arrastrada y corre hacia la puerta al final del pasillo; se encierra entonces en aquella habitación.
En plena oscuridad, pero recordando por instinto la ubicación del interruptor de la luz, lo enciende. Grave error.
<II>
Más que grave, imperdonable. La luz dejó ver la oscuridad; una habitación hecha de enormes mechones y trozos de carne viva y latiente pegados con sangre sucia; cabezas humanas y extremidades de igual descendencia salen de la carne gritando de manera estremecedora (sí, las extremidades también) y emitiendo sonidos que no tienen nombre. Ya no hay puerta. Margaret no aguanta más. Llora como nunca y se golpea sintiendo la culpa corroerle. Las extremidades crecen y la habitación se vuelve más y más pequeña hasta que las paredes se hinchan como globos y se ponen moradas.
De pronto, toda la habitación explota convirtiéndose en una habitación común y corriente con un enorme trozo de carne fétida en un rincón. De pronto, el trozo de carne se transforma en un asqueroso monstruo que da pánico mirar. La puerta aparece de un momento a otro. Está abierta.
Margaret no duda en salir corriendo. Sin embargo, siente como si el pasillo fuera infinito. Y lo es. El monstruo está a punto de alcanzarla cuando ella toma valor y decide entrar a una habitación al azar.
Se siente con suerte al ver que tiene dos salidas: el sótano y el ático. Los dos lugares que, al menos en su mente, están "exorcizados". Margaret decide (torpe por la desesperación) que la puerta del ático es muy grande y puede entrar el monstruo, baja entonces al sótano. Grave error.
<III>
Cometió, posiblemente, el peor error de lo que le quedaba de vida. Olvidó que no podía confiar en su mente, que en sus terrores nocturnos y pesadillas no existía lo lógico, la luz. Había terminado cayendo en un laberinto que aparentaba no tener fin y que-conociendo sus miedos-posiblemente contenía cosas más allá de sus pesadillas.
Efectivamente, ahora estaba enfrentando al infierno en persona; el laberinto estaba lleno de trampas, eventos inesperados y sin sentido, monstruos aterradores, recuerdos horripilantes e imágenes de lo más realistas que hay del demonio.
Ahí estaba estaba Margaret, enfrentando al laberinto donde probablemente quedaría su cadáver. Entonces recordó, eso era "sólo un sueño". Pero si era sólo un sueño ¿a qué le temía? ¿A morir? ¿A no despertar?
Ella nunca, durante todo el tiempo que había tenido terrores nocturnos, había fallado en sus sueños. Siempre había terminado escapando o salvándose de cualquier forma. Ahora lo sentía, no podía perder. Le tenía miedo a lo que podía pasar si no lograba escapar.
Gritó como nunca, se volvió loca. Comenzó a correr sin importarle el peligro, buscando una salida. Jamás se había comportado así, ni en la vida real ni en sus sueños.
De pronto halló el pasillo a la salida; se llenó entonces de alegría y corrió hacia ella. Olvidó que no podía confiar en su mente. De un momento a otro, una pared invisible la detuvo haciéndole caer en un tobogán que antes no estaba ahí. El tobogán estaba hecho de carne humana podrida y huesos filudos, causándole así heridas irreversibles.
Gritó como nunca, sintió que ya no podía hacer nada más. Estaba, lastimosamente, en lo cierto.
Cayó de un agujero al vacío; mientras caía podía ver aún su casa, con su hermosa forma de cabeza de títere de madera, pero con la cara más desfigurada, llena de equis, medio calva y rota parcialmente. Le guiñó el ojo antes de desaparecer de su vista. Siguió cayendo en el vacío. Nuca debió subestimar al enemigo que vivía en su interior.
Nunca debió burlarse de las capacidades de sus pesadillas.
Nuca debió subestimar el poder de la mente, pero ya era muy tarde. Iba a pagar eternamente, y todo por su culpa.
Margaret nunca despertó.