Capítulo 3 Esa es la triste realidad.

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Shailene




No sé que me pasa.

No sé porqué acepté huir con él.

¡Por el amor de dios, si es que apenas le conozco!

Sé a ciencia cierta que me gusta pero él a pesar de haber dejado claro que siente lo mismo por mi, no quiere tener nada conmigo.

Y no puedo evitar sentirme mal al solo pensar que nunca superará lo que le pasó, cuando yo estoy dispuesta a aceptar su ayuda para superar lo que me pasó a mi.

No entiendo.

Apenas le conozco y no entiendo como le puedo tener más confianza y amor a él que a cualquier otra persona.

Me romperá el corazón y lo sé.

Pero sólo quiero olvidarme de eso un momento y aspirar el agradable olor que emana esta pequeña pero acogedora casa en la que me encuentro ahora mismo.

Él me esta mirando fijamente.

Yo no aparto la mirada de mi plato a la par que juego con mi comida ya que no tengo apetito.

Me mira preocupado.

-¿Es qué acaso no vas a comer?

Yo negué con la cabeza.

-No tengo hambre, gracias- contesté en un susurro.

-¿Quieres hacer algo hoy o...?

-No me apetece hacer nada, gracias- volví a contestar de la misma manera.

-Shailene... ¿qué te ocurre?

Yo levante la vista de mi plato.

-Nada, estoy bien. Gracias por preocuparte...

-Shailene... No me mientas, ¿vale?, se supone que somos amigos y puedes confiar en mi.

-¿Eso es lo que somos?

Él me mira sin comprender.

-¿Tu qué crees que somos...? -pregunto con rabia.

-¿Humanos?

Me pregunta inocentemente cosa que me encantó y que me comenzó a cabrear ya que estaba molesta y quería respuestas ya.

-Me refiero a tu y yo... Que si somos amigos, pareja, novios, conocidos, o la opción que es la que parece que has tomado: "los chicos que se gustan, que cada uno lo sabe pero que no dicen nada por problemas del pasado en vez de, con la ayuda del otro, superarlo, deciden que se quedaran de brazos cruzados a ver el tiempo correr"

-Vamos Shai..., no te pongas así...

Yo cogí mi plato, aún lleno, y lo coloqué en el fregadero para después subir a la que momentos antes me había indicado que era mi habitación.

Llegué.

Cerré la puerta, me apoye en ella y lloré.

Pero no fue un llanto como el que solté cuando mi padre me golpeó y abusó de mi por primera vez, o cuando me di cuenta un día que me puse a reflexionar que estaba sola en el mundo.

Esa es la triste realidad.

No todo es color de rosa. Y yo lo sabía mejor que nadie...

Pero también sabia otra cosa...

Mi corazón estaba en bandeja para él.

La única pega es que mi corazón llevaba un cartelito incorporado se ponía "frágil".

Por eso lloraba.

Lloraba básicamente porque le quiero.

Y él no va a intentar sentir lo mismo aunque ya lo sienta.

TogetherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora