Es el otoño de 1888 y Sherlock Holmes está mortalmente aburrido. Lleva meses sin que se le haya presentado un caso interesante. Así que, para combatir el tedio, y para gran consternación de Watson, el detective recurre a la solución al 7% de cocaína. Dice Holmes que lo estimula y le aclara la mente, algo que necesita cuando no hay nada sobre lo que reflexionar.
«¡Calcule el coste resultante! —dice Watson intentando razonar con su compañero—. Quizá su mente se estimule y se excite, según usted asegura; pero es mediante un proceso patológico y morboso, que provoca cambios en los tejidos y que pudiera dejar al cabo de un tiempo una debilidad permanente. Sabe usted, además, qué funesta reacción se produce cuando finalizan sus efectos. Le aseguro que es un coste demasiado caro.»
Holmes no cede. «Proporcióneme usted problemas, proporcióneme trabajo, deme los más abstrusos criptogramas o los más intrincados análisis —responde—, y entonces me encontraré en mi ambiente. Podré prescindir de estimulantes artificiales. Pero odio la aburrida monotonía de la existencia.» Watson insiste, pero ni sus mejores argumentos médicos hacen mella en Holmes (al menos de momento).
Por suerte, en esta ocasión concreta no van a hacer falta. Un golpe seco en la puerta anuncia la entrada de su casera, la señora Hudson, quien les dice que una joven, de nombre Mary Morstan, ha llegado para ver a Sherlock Holmes. Watson describe así la entrada de Mary:
La señorita Morstan entró en la habitación con paso firme y mucha compostura exterior en sus maneras. Era una joven rubia, menuda, fina, con guantes largos y ataviada con el gusto más exquisito. Sus ropas, sin embargo, eran de una sencillez y falta de rebuscamiento que daban a entender unos recursos monetarios limitados. El vestido era de un gris ligeramente oscuro, sin adornos ni realces; llevaba un turbante pequeño de la misma tonalidad apagada, sin otro relieve que unas mínimas plumas blancas en un costado. Su rostro no poseía rasgos regulares ni belleza de complexión, pero la expresión del mismo era dulce y bondadosa, y sus grandes ojos azules eran singularmente espirituales y simpáticos. A pesar de que mi conocimiento de las mujeres abarca muchas naciones y tres continentes distintos, mis ojos nunca se habían posado en una cara que ofreciese tan claras promesas de una índole refinada y sensible. Cuando se sentó junto a Sherlock Holmes, no pude menos de fijarme en el temblor de sus labios, cómo se estremecían sus manos y exteriorizaba todos los síntomas de una intensa emoción interior.
¿Quién será esa joven? ¿Y qué querrá del detective? Estas preguntas son el punto de partida de El signo de los cuatro, una aventura que llevará a Holmes y a Watson hasta la India y las islas Andamán, con pigmeos y marineros con pata de palo. Aunque antes de esto, está la joven misma: quién es, qué representa, adónde los llevará. Un poco más adelante examinaremos el primer encuentro entre Mary, Holmes y Watson, y compararemos las reacciones tan diferentes de los dos al conocerla. Pero primero retrocedamos un poco para considerar qué sucede en el desván de nuestra mente cuando nos enfrentamos por primera vez a una situación o, como en el caso de El signo de los cuatro, vemos por primera vez a una persona. ¿Cómo se activan los contenidos de los que acabamos de hablar?
Desde el principio, nuestro pensamiento se rige por la estructura de nuestro desván mental: las maneras habituales de pensar y de actuar, la manera de aprender, con el tiempo, a mirar y juzgar el mundo, los prejuicios, los sesgos y las reglas heurísticas que determinan la percepción intuitiva e inmediata de la realidad. Aunque, como acabamos de ver, los recuerdos y las experiencias almacenadas en el desván varían mucho de una persona a otra, las pautas de activación y recuperación son muy similares e influyen en el proceso de pensamiento de una manera previsible y característica. Y si estas pautas habituales indican algo, es esto: que a nuestra mente nada le gusta más que sacar conclusiones.

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¿CÓMO PENSAR COMO SHERLOCK HOLMES?
Non-Fiction¡Tú puedes ser Sherlock Holmes! "Una deliciosa visita a la ciencia de la memoria, la creatividad y el razonamiento, ilustrada con la ayuda del detective más famoso de la historia: Sherlock Holmes. El libro de Maria Konnikova es una guía atractiva y...