Prólogo (Endou)

1.7K 103 11
                                    

            Por fin... Después de cinco años sin verle, volví a la ciudad Inazuma, y, aunque no esperaba que fuera de aquel modo, volví a encontrarme con Kazemaru. Ya las cosas son más fáciles para nosotros. Por suerte, ahora tiene veinte años. Ya nuestra relación no es ilegal. Aunque sigue siendo mal vista por la sociedad... Pero eso a mí no me importa. Yo le amo. Él me ama. Y aún no puedo creer que no haya dejado de quererme en todo este tiempo. Casi me parece imposible el hecho de que aún me siga queriendo como yo le quiero a él. Realmente amo a Kazemaru Ichirouta...

Suena el despertador. Maldito aparato del demonio... ¿Quién inventaría la regla de levantarse temprano? Pero si se está genial en la cama. ¿Qué tienen en contra de las camas? A lo mejor era un tío que se clavó una astilla durmiendo y pensó "a nadie más le pasará. A partir de hoy, todos se levantarán temprano". Junto con estos pensamientos desde primera hora de la mañana, gruño un poco, con mi cara de "son las siete y media de la mañana", y me giro un poco hacia un lado, viendo a mi pequeño peliazul aún durmiendo junto a mí. Parece que se le han pegado las sábanas... No puedo contener una sonrisa tierna y, con mucho cuidado, comienzo a acariciar su cabeza.

-Kazemaru, es hora de levantarse –susurro cerca de su oído. Él me gruñe y se da la vuelta, tapándose con las sábanas por completo, sin dejar ver más que parte de su pelo azul que tanto me gusta. Yo río suavemente y le abrazo por la espalda, echándome ligeramente sobre él-. Eh, vamos. Tenemos que levantarnos ya.

-Cinco minutos más... –Dice Kazemaru en un idioma que él crea solo cuando está despertándose. Yo no puedo contener una pequeña risa adormilada.

-Vas a llegar tarde al entrenamiento. Tu equipo te espera –intento convencerle de nuevo. Pero Kazemaru solo gruñe una vez más.

-Que me esperen...

Me quedo en silencio, sin saber qué más decirle. Hasta que se me ocurre una cosa. Sonrío de lado pícaramente y, sin avisarle, aparto la sábana de encima de él para darle un suave mordisco en el cuello, seguido de una lamida.

-Si no te levantas, lo haré yo... –Susurro. Kazemaru se encoge en ese momento, soltando un pequeño gruñido, ahora más semejante a un gemido, y sin darme tiempo a reírme el peliazul se levanta casi de un salto de la cama, llevándose una mano al cuello y mirándome con el ceño fruncido y completamente sonrojado. Justo como a mí me gusta-. Buenos días –saludo con una sonrisa.

-¡Y-ya te vale! ¡No puedes despertarme así todos los días...!

Riendo, me levanto también de la cama y me acerco a él para darle un suave abrazo, acariciando su pelo. Ya no es tan bajito como era antes... ha crecido. Mi pequeño Kazemaru creció en este tiempo que no estuve a su lado.

-Me encanta ver cómo te pones cuando te hago estas cosas –le digo de nuevo con poca voz y le doy un beso en la frente, muy tierno. Entonces, noto que el menor chasquea la lengua y acaba abrazándome también, cerrando los ojos.

-Buenos días, Endou...

Bajamos a desayunar, aunque tengo que llevar a Kazemaru casi a cuestas. He de reconocer que anoche nos pasamos un poco jugando... pero me encanta oírle gemir de ese modo tan adorable. Y cuando se sonroja es tan achuchable. Y cuando me pide más me desata tanto que me es imposible controlarme... No puedo evitarlo. Me encanta Kazemaru. Adoro todos y cada uno de sus rasgos. Mientras él se encuentra apoyado en la mesa, luchando por mantenerse despierto, yo nos preparo dos tazas de cacao bien cargadas de chocolate, como nos gusta a nosotros. No tomamos café, eso es cierto. Nos gusta mucho más lo dulce, y eso es algo que me encanta compartir con él. Además, preparo algunas tostadas, suficientes, para que Kazemaru se las unte con lo que él quiera. Tenemos crema de cacao, y creo que esa será su decisión, igual que la mía. En nuestra casa hay más cosas de chocolate que en la choza de la bruja de Hansel y Grettel. Nhm... Nuestra casa... Qué bien suena eso... Desde que vivimos juntos todo es perfecto en mi vida. En nuestra vida... Aún me parece un sueño, pero realmente esto es mucho mejor. Ni en mis mejores pensamientos hubiera podido imaginar algo así. Además, no hemos vuelto a mencionar mi viaje a Costail desde que llegué, y de eso ya han pasado cinco meses. No me gusta tener que contarle por qué no pude contactar con él. Odio recordar aquello... Es duro para ambos... Pero la respuesta es muy simple. Estuve allí entrenando a los Little Gigant, el equipo al que ayudaba mi abuelo antes de fallecer. Y solo eso. Nunca hice nada más. Ese era mi trabajo allí, pero todos me trataron muy bien. Y la razón por la que nunca contacté con Kazemaru fue porque si le enviaba una carta, si le escribía un correo, si le llamaba por teléfono... si sabía de él... querría volver... y no podía. No podía hacerlo por todo lo que había pasado. Era imposible... Tras suspirar suavemente y agitar la cabeza en busca de despejar la mente, me doy la vuelta con una sonrisa, con las tostadas en un plato, y las pongo en la mesa. Sin siquiera avisarle, rodeo la mesa y me sitúo a su espalda, abrazándole con suavidad. Él me gruñe, adormilado, pero yo no le suelto.

-El desayuno está listo, Kaze-chan...

Le llamo así de forma cariñosa. Él me lo permite en casa, al menos de momento, porque dice que es vergonzoso. Pero a veces se lo digo en la calle para ver cómo se sonroja y me golpea en el brazo.

-Nhm...

-¿Oh? ¿Quieres que te despierte de nuevo?

Pero apenas he acabado de formular la pregunta cuando el menor comienza a removerse sobre él mismo para apartarme. Yo no puedo evitar reírme.

-¡Quita! ¡Fuera! ¡Estoy despierto! ¡He dicho que estoy despierto!

-Vale, vale –digo entre risas mientras le suelto. A continuación, me siento frente a él y, mientras le miro, empezamos a desayunar.

Poco a poco, Kazemaru ya ha ido despertando mientras desayunaba, y ya vuelve a ser el chico alegre de siempre. Me encanta su mal humor al despertar, me encanta su sonrisa que me muestra día a día, me encanta lo torpe que es a veces, lo lento que es para pillar las indirectas, lo bien que cocina... me encanta todo de él, lo bueno y lo malo.

-Endou, ¿puedes llevarme al entrenamiento en tu coche? Llego un poco tarde... –Me pide mientras se acerca a mí, poniéndome esa carita dulce que hace que me derrita...

-Te dije que te levantaras unas mil veces –bromeo acariciando su pelo, casi despeinándolo un poco. Él se ríe suavemente y me agarra por la muñeca.

-Vamos, solo será esta vez. Te prometo que mañana me despertaré más temprano.

-¿Por qué me suena esta frase? –Finjo que pienso un poco, dejando que me agarre por la muñeca-. Ah, ya recuerdo. Me la dijiste ayer. Y antes de ayer. Y el día anterior.

Ahora no se ríe, solo me muestra su sonrisa, hasta que se acerca algo más a mí y me abraza suavemente. Yo correspondo sin dudarlo, cerrando los ojos.

-Es que... quiero pasar contigo el máximo tiempo posible... y luego tienes que ir al Raimon a trabajar... así que no te importa... ¿no...?

Maldita sea... Tras oírle, me agacho ligeramente y le doy un beso en la cabeza, estrechándole contra mí.

-Aunque no tuviera que usar el coche, iría a llevarte si es lo que quieres, idiota... y más si me lo pides de este modo...

Noto que se separa después de eso, lentamente, y mirándome a los ojos, sonriendo de forma dulce, como solo él sabe.

-Es que no sé pedírtelo de otro modo. Sabes que soy un poco ñoño a veces... –Se rasca la mejilla con un dedo, ladeando la cabeza suavemente. Aunque antes de continuar, me dedica una mirada cómplice-. Lo siento.

Y yo le devuelvo la sonrisa. Llevo una mano a su mentón y le alzo un poco la cabeza, lo suficiente como para poder robarle un beso.

-¿Es que solo sabes disculparte...?

Y tras esta pregunta, que sé que se ha hecho común para él, nos dirigimos a la puerta de casa para dirigirnos hacia el estadio de fútbol, donde comenzaría el entrenamiento de la selección japonesa en unos minutos.

Inazuma Eleven FanFiction - Todo es posible si crees que lo es [EnKaze]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora