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Estaba pasmada y el corazón me latía de una manera tan acelerada que creía que se me saldría por la boca, claro que mi respiración no ayudaba en nada, era tan rauda tal y como si hubiese corrido un maratón.  Sentía la sangre bombear de manera veloz. El espacio del automóvil se me hacía más pequeño cada segundo que observaba la figura de mi padre minimizándose por la ventana. Él estaba inconsciente en el suelo y no podía hacer nada para ayudarlo.

Llevé mis temblorosas manos a mi desordenado cabello y  con los ojos desorbitados miré a Step.

-¡¿Qué sucede contigo?!-farfullé hacía Stephen.

Él presionaba los puños en el volante, tenía la vista fija en el camino y la mandíbula la apretaba  cómo si de esta se tratara su vida. Sus ojos negros ya no tenían brillo. Todo en Stephen demostraba tensión creada por haber arrollado a mi padre o tal vez incluso matarlo.

Sorbí los mocos que amenazaban en salir por mi nariz y cerré mis cristalizados ojos azules para luego cubrir mi rostro con mis frías manos.

-¡Respóndeme, Stephen!-mascullé esta vez.

-¡¿Qué, Hailey?!-él me respondió del mismo tono.

-Acabas de quizás matar a mi padre y, ¿lo único que dirás será eso?-mi labio temblaba al igual que mi voz.

-No lo maté-dijo frío y apretó aún más sus puños.

-¡¿Cómo estás seguro de eso?! ¡Ni siquiera te detuviste para ver como se encontraba!

Stephen frenó en seco en medio de toda la oscura calle. El auto revolvió todo lo que estaba dentro, incluyéndome. Mis manos temblorosas quedaron en el aire y mi rubio cabello se encontraba como si un remolino hubiera pasado por esté.

-¡¿En que mierda pensabas?!-grité, firmé- ¡Pudiste causar otro acciden...

Fui interrumpida por el sonido de la puerta abrirse y luego cerrarse. Miré hacía el parabrisas y Stephen estaba alejándose del automóvil. Patán. Me quité el cinturón de seguridad y abrí la puerta. Oh no, Stephen, te metiste con la chica equivocada.

-Maldito infeliz-murmuré saliendo del auto-¡Eres un cobarde!-grité con la poca fuerza de voz que me quedaba.

Caminé lo más rápido  detrás de Stephen, no podía correr ya que hacía el frío suficiente como para congelar mi nariz, me abracé a mí misma y limpié mis lágrimas. Tomé el hombro de Stephan ya detrás de él, pero él seguía avanzando.

-¡Deja de caminar!-chillé, él siguió ignorándome, cerré los ojos-. Por favor-sollocé y se detuvo para luego agarrar con firmeza mi brazo.

-¡Déjame Hailey!-gritó con fervor, me miró a los ojos y me sentí como el perro más pequeño e intimidado de la camada.

-Ahora si me escuch...-me interrumpió.

-¡¿Escuchar qué?! ¡Si tú no me hubieras tentado a ir contigo nada de está tragedia ocurriría!-pude sentir el desprecio de su voz y me destrocé otra vez.

-Já, genial, ¿Ahora me culparás a mí?-escupí irónica. Él cerró los ojos y respiró.

-Sólo aléjate de mí, me traes problemas desde el momento en que te conocí-mi mundo se cayó-. Sí quieres huir, huye, pero no me involucres en tus planes. No quiero tener nada que ver contigo-suspiró y soltó mi brazo para luego volver a caminar.

-¡Esta bien! ¿Eso es lo que quieres? ¡Bien, puedes irte al mismísimo infierno!-chillé con la vista nublada y caminé unos cuantos pasos hacía él- ¡Es más, nunca te necesité y hoy no será la excepción, solo te estaba utilizando para salir de mi casa!-estaba molesta, no, estaba MUY furiosa

Más allá de un sueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora