Capitulo III

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Michael conocía a las mujeres. Sabía de la fragilidad de los huesos de sus muñecas. Se preguntaba a quién trataba de engañar esta muchacha. No a un hombre que estaba al tanto de todo respecto del sexo opuesto, por cierto. Pero, por cualquier razón, muy mal pensada, por supuesto, evidentemente, la joven trataba de engañarlo. Había que darle gusto. Ocasionalmente, Michael tomaba decisiones rápidas, de las que rara vez se arrepentía. Ya vería los resultados de ésta. Por lo menos, esperaba divertirse bastante. Quizá, si todo jugaba a su favor, hasta podría fascinarse.

Le apartó la vista.

-Bien, señor (tu apellido), tiene razón. Estamos en octubre. Estaba admirando su estudio. ¿Está produciendo algún disco en éste momento?.

Michael la escuchó soltar un suspiro de alivio ante lo que creyó un perfecto engaño. Se guardó los comentarios irónicos para sí. Le habría gustado examinarla con tanto detenimiento como ella había hecho con él. Ya llegaría el momento.

-Sí, estamos produciendo el nuevo disco de (elegid un cantante).

-¿Cuándo saldrá a la venta?.

-En dos semanas, señor Jackson.

-Por favor, llámeme Michael-le sugirió él y le obsequió otra de sus devastadoras sonrisas-. Yo le diré *****. Creo que llegaremos a conocernos bien.

No tan bien, pensó _____, y tragó saliva.

-De acuerdo, se... Michael. ¿Me permite enseñarle el estudio?.

-Bueno, en realidad, ya he observado algo por mi cuenta. Parece tener personal cualificado. Sin embargo, imagino que sería problematico continuar trabajando sin el capital suficiente.

-No es así, señor Jackson.

-Usted me escribió, señor (tu apellido). Usted está en dificultades financieras, no yo. Bien, ahora me agradaría hacer concluir mi tour por este maravilloso estudio y después conocer a su estimado padre.

-Le aseguro, Michael, que tengo conocimiento de todos los negocios de mi padre. Ambos haremos un trato comercial con usted.

-¿Sí? Hmmm. -Michael tenía deseos de arrancarle aquella gorra y ver qué color de cabello tenía. Sus cejas eran oscuras y finamente arqueadas, y sus ojos de un color (tu color de ojos) muy intenso.

Se volvió repentinamente y la tomó desprevenida.

-¿Qué edad tiene, *****?.

-Eh... veintitrés.

-Qué raro. Pensé que era menor. Como no tiene barba...

-Ah, bueno, los hombres de la familia (tu apellido) no somos lo que se dice exactamente belludos.

-¿Quiere decir que pertenece a una larga generación de lampiños?.

-Bueno, yo no sería tan crudo.

Michael rio y asintió con la cabeza. Veintitrés. Que edad tan fantástica. ¿Sería la única hija de (tu apellido)?. Aparentemente, estaba a cargo de el estudio. La miró con mayor detenimiento. Tenía unos bellos ojos. Muy expresivos. Y en cuanto a su cabellera, Michael aún no había podido determinar nada en concreto, por esa absurda gorra que llevaba. Sus ropas de hombre no le permitían apreciar sus encantos femeninos, excepto por las caderas y las piernas. No podía esconder el hecho de que éstas eran largas y según Michael, también delgadas y bien formadas. Tenía las caderas de un muchacho, pero firmes.

Allí estaba. Una mujer dirigiendo un estudio.

-¿Qué nombre le pondrán?. Me refiero al disco.

Noche de tormenta (Michael Jacksón)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora