La sacerdotisa
Su mirada estaba perdida entre las hojas de cristal y aunque no sabía los detalles del como había terminado en un lugar como ese, estaba segura que no estaba ni siquiera cerca de su hogar. Ya había pasado un buen rato desde que había despertado, encontrándose cubierta por hojas de plata y una brisa tan fría, que podía jurar que todos sus huesos se estaban congelando.
Después de un buen rato mirando a la nada, llego la desesperación. No era un sentimiento que le agradaba experimentar, pero se encontraba perdida en media de un bosque con arboles que parecían ser de cristal, su angustia era entendible. Se repetía a si misma una y otra vez que solo se trataba de un sueño, que despertaría de este y volvería todo a la normalidad pero, ¿como podía ser esto posible?, Lo había sentido tan real.
Estar dentro del agua, como si hubiese saltado dentro de una alberca, sintiendo como le faltaba el aire a sus pulmones.
-¡¿Dondé rayos estoy!?-exclamo la joven, tan fuerte que una bandada de aves salieron volando, dejando el lugar en completo silencio.
"¡Oh perfecto!" pensó. Alfie nunca había sido una chica con un carácter fácil de manejar y aunque era una joven con un corazón noble, se dejaba llevar por sus impulsos diariamente.
¿Estaría soñando? No, era real. Estaba segura, o al menos lo creía así la castaña, por un instante creyó en la posibilidad de que se tratase de una broma pero ella estaba segura de lo que había sentido, entonces esa idea quedo descartada. Realmente estaba en un bosque con árboles de cristal, con el sol más cercano del que recordaba y un silencio escalofriante.
Caminaba, caminaba y seguía caminando. Al parecer no habían señales de que hubiesen más personas en la zona, se preguntaba así misma si estaba comenzando a volverse loca.
-¿Qué tal si me encuentro en la habitación de un psiquiátrico? -murmuro para si misma mientras seguía su paso -, con una camisa de fuerza y un bozal...
Su vista recayó en lo que parecía ser la salida de aquel bosque de hojas cortantes, sin pensarlo, Alfie se dirigió rápidamente hasta el, llevándola a encontrarse con un sendero de piedras. Entre más mirase ese lugar, más seguía creyendo en que todavía existía la remota idea de que todo se tratase de un sueño cualquiera y despertara en cualquier momento por el lloriqueo de su hermana menor, pero cada vez esa idea se hacia aun más lejana.
De pronto, el ruido de una carreta acercándose a toda velocidad la hizo reaccionar, pudiendo evitarla a tiempo antes de que esta la arrollase.
-¡Fíjate por donde caminas! -grito un hombre malhumorado con aspecto desaliñado y astroso, siguiendo su camino.
Alfie pude haberle contestado, sintiéndose ofendida por su comentario pero no pudo, no despegó su vista del atuendo de aquel hombre grosero. No tenía sentido, nada de esto tenía sentido.
-¿Acaso viaje en el tiempo? -habló. -¿¡Es posible hacer eso!?
Los latidos de su corazón cada vez volvían a ser más y más fuertes. Un sin fin de pensamientos invadieron su mente. ¿Qué tal si estaba muerta? ¿y si todo lo que estaba viendo era producto de su imaginación? No había descartado la idea de que probablemente estuviese en un manicomio derramando baba por la boca.
Aunque había estado siguiendo el sendero, este paresia no llevarla hacia ningún lado. Sus pies habían comenzado a cansarse y para su infortunio, su estomago reclamaba que debía ser alimentado.
-La cucaracha, la cucaracha -cantó en voz baja -, tiene hambre y ya no puede caminar.
Y como si algo hubiera estado escuchando sus suplicas, la joven logro divisar un pueblo a lo lejos. Era su oportunidad, quizás alguien de ese lugar la podía ayudar.
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La sacerdotisa de Daram
FantasySi bien es cierto, los cuentos de hadas y princesas no existen. Un conejo blanco no la llevo a otro mundo ni mucho menos un niño que no quería crecer, pero en ocasiones tenemos que romper las barreras de nuestra imaginación y comenzar a soñar despi...