VI

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- Hazlo - dijo Jay.

Reconociendo que sería extraño para la madre de Carly que él llegara y su hija no, cuando ambos están juntos en su supuesta despedida de soltera, se le ocurrió hacer que Carly llamara a su madre, y le dijera que no irá junto a él, así estaría libre de sospechas.

-No lo haré... - Carly estaba asustada, ya que tenía el cuchillo de Jay casi contándole la garganta, pero no tenía de otra, ya que ya había llamado a su madre.

- ¿Carly? - contestó su madre - ¿dónde estás? tienes que estar aquí ya, tienes que arreglarte.

- Lo siento mamá, es que no tengo quién me lleve.

- ¿Y Jay? ¿qué pasó con tu auto?

- Mi auto se averió, él ofreció llevarme, pero le dije que no pensando que conseguiría taxi o algo así.

- ¿Dónde estás? Tu padre y yo iremos a buscarte.

- Estoy en un club de golf.

- ¿Despedida de soltera en un club de golf?

- Te dije que no cometería locuras...

- Está bien. Espéranos allá. Llevaremos tu vestido para que te lo pongas en el auto. No hay tiempo que perder. No puedo creer que mi niña ya se vaya a casar...

- Sí... - Carly trató de encubrir su depresión, más le fue imposible cubrir sus lágrimas - gracias por cuidarme mamá. Dile lo mismo a papá de mí parte. Los extrañaré mucho... - comenzó a pensar que nunca saldría de allí.

- Y nosotros a ti hija - su madre comenzó a llorar - no puedo creer que sentiré el luto que mi madre sintió.
- Recuerda que me mudé antes de casarme mamá, sentiste el luto mucho antes de que ella.

- Pero sólo estabas a unas calles de nuestro hogar. Ahora te mudarás a otra ciudad, y tendrás tu propia familia ahora...

- Los visitaremos de vez en cuando... así que no es el adiós...

- Está bien hija... ya vamos camino a buscarte, espéranos - Jay colgó.

- Hubieras dejado que me despidiera al menos... - Carly comenzó a secarse sus lágrimas con la cuerda que sujetaba sus manos.

- Sabía que no serías capaz de decirle adiós. Por eso colgué.

- ¿Por lo menos debía intentarlo no crees?

- ¿De qué sirve intentarlo si sabes que fallarás?

- ¡Era mi madre! - Aquél grito, fue desde el corazón quebrantado de Carly, de su alma desgarrada, y con todo el dolor que sentía en su ser.

Jay se levantó. Pateó su cara.

- ¡Yo soy tu dueño! - exclamó. Jay se daba golpes de pecho - ¡No me importa nada de lo que digas, yo soy tu dueño ahora! ¡¿entendiste?!

- Sí... - susurró mientras lloraba, y trataba de cubrirse en caso de que la volviera a golpear.

- ¡Y que no se te olvide!

Jay se levantó, y salió del sótano.

Cerrando todas las ventanas y puertas, y desconectando el teléfono, se puso su traje, y se fue a la boda.

Carly quedó sola en el sótano nuevamente. Sentía frío, y toda su boca sangraba.

A Carly no le pasaba nada por la mente que no fuera cuándo sería libre. Tenía tiempo sin ver la luz del sol; rara vez podía verla por la pequeña ventanilla que había en la pared cerca del techo. De allí entraba un poco de luz desde el patio trasero.

- Estaría mejor muerta...

Carly lloró hasta quedarse sin fuerzas para llorar.

- Ojalá no me olviden...

Los recuerdos de su vida comenzaron a pasar frente a ella. Recordó aquella vez que se cayó de su bicicleta apenas se montó por primera vez. Recordó todas las veces que que junto a su padre y a su madre, y a sus abuelos, pasaba las navidades. Recordó aquella vez que conoció a William en su viaje de graduación. Y de aquella vez que le demostró su amor por ella al dejar todo y mudarse a su misma ciudad. «Mientras te tenga a ti, tengo a todo el mundo» fueron las palabras que le dijo en ese entonces. Recordó aquella vez que estaban en una cena, y frente a todas las personas en el restaurante, le pidió matrimonio. Recordó aquella vez que se mudó, y que un chico le ofreció su ayuda para desempacar. Aquel chico ganó su confianza rápidamente. Era muy amigable, y era un hombre de palabra. Muy humilde, y colaborador. Alegre, ya que siempre se reía aún en la desgracia. Dispuesto a dar lo que sea por alguien. El chico que sin importar qué, estaba allí para ella. Pero ese chico desapareció, y se preguntaba dónde estaba, porque desde que se dio cuenta quien era ese chico en verdad, no volvió a verlo nunca.

Camino hacia el secuestroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora