Capítulo 04

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¡Maldita sea! Me había quedado dormida y Julia ya no estaba allí. Era sábado por la mañana, corrí escaleras abajo y encontré a mi madre preparando el desayuno.

—Cariño, ¿ya te has despertado? —dijo, en cuanto me vio.

—¿Dónde está Julia? —fue lo primero que dije, mientras miraba por todos sitios.

—¿Julia? —preguntó, sorprendida—. Se fue anoche cuando llegué del trabajo. Te habías quedado dormida y no quiso despertarte.

—¡Mierda!

—¿Qué pasa? ¿Se ha olvidado algo?

—No —dije, algo más calmada—. No importa, voy a darme una ducha.

—¿No vas a desayunar antes?

—No, necesito una ducha.

Subí al piso de arriba y me metí en el cuarto de baño. ¿Cómo había podido quedarme dormida en un momento como ese? ¿Qué iba a pensar Julia de mí? Seguramente se habría ido creyendo que era idiota o algo peor. Quise llamarla y pedirle perdón, pero no encontraba las palabras adecuadas para empezar la conversación, así que pensé en enviarle un mensaje, pero creí que sería demasiado frío. Entonces decidí darme una ducha y pensar después. ¡Un momento! ¿Me había masturbado una chica y yo estaba preocupada por haber quedado mal con ella? ¡De lo que debería estar realmente preocupada era de cómo había dejado que una chica me tocara! Además me había gustado, había estado saliendo con tantos chicos y ninguno de ellos me había hecho sentir tanto placer. ¿Acaso era lesbiana? Lo era. Tenía que serlo, no había otra explicación Pero, ¿por qué me había dado cuenta tan tarde?, iba a cumplir los dieciocho en unos pocos meses. Bien, entonces, era bisexual, ¿verdad? Volví a sentirme mareada y decidí sentarme en la cama para aclararme las ideas, antes de ducharme. Me inundaron los recuerdos de la noche anterior, casi sentí a Julia volviendo a besarme el cuello y acariciando todo mi cuerpo y empecé a excitarme de nuevo. Me levanté y, con rapidez, me metí en la ducha, intentando alejar aquellos pensamientos de mi cabeza.

Me costó, pero conseguí relajarme un poco. Recogí mi habitación, hice la cama y saqué la maleta para meter la ropa y todo lo necesario para pasar el fin de semana en casa de mi padre. Dudé en meter la ropa que guardaba para salir de fiesta, ya que no pensaba que me dejaran salir, después de haberme desmayado el día anterior.

—¡Alicia! —gritó mi madre tras la puerta.

—¡Entra, mamá!

—Te ha llamado Julia al móvil —dijo alargándome el teléfono. Se me había olvidado que lo había dejado encima del sofá la noche anterior.

—¡Julia! ¿Cuándo?

—Mientras te duchabas.

—¿Qué ha dicho? —le quité el móvil y miré por instinto la pantallita, que avisaba de que tenía una llamada perdida.

—No lo he cogido, siempre me dices que no conteste a tu móvil —dijo, con tono de burla, y volvió a salir de la habitación, no sin antes avisarme de que, si no me daba prisa, tendría que irme en autobús a casa de mi padre.

Me senté en la cama, dándole a los botoncitos del teléfono para asegurarme de que había sido Julia quien había llamado. Y así era, su nombre y número apareció en la pantalla. Puse el dedo sobre el botón de llamada y me quedé pensando en qué decirle cuando contestara. Los nervios me comían por dentro y, entonces, el teléfono empezó a sonar. Era un mensaje. Me apresuré a ver de quién era y los nervios afloraron cuando volví a ver el nombre de Julia. Rápidamente, abrí el mensaje para leerlo. «¿Haces algo hoy?». Demasiado corto. ¿Por qué me preguntaba eso? ¿Querría quedar conmigo o solo se estaba informando? Recordé que le había explicado a María mis planes de ese día, cuando me preguntó si quería salir con ellos, y Julia estaba delante, así que tenía que haberlo escuchado. Me quedé con el móvil entre las manos, pensando en si enviarle un mensaje o llamarla pero, después de darle muchas vueltas a la cabeza, pensando en que decir, escogí la opción del mensaje. "Ahora me marcho a casa de mi padre y por la noche he quedado con unos amigos". Al releerlo, decidí borrarlo. En caso de que quisiera quedar, mi respuesta no le daba muchas opciones para ello. Pensé con calma y escribí: "Ahora me voy a casa de mi padre. Comeré con él, me aburriré toda la tarde y, por la noche, he quedado con unos amigos, aunque todavía no sé si me dejarán salir". Lo encontré demasiado largo, pero tenía lo que quería. En el caso de que quisiera quedar, me preguntaría si por la tarde me iría bien. Pulsé el botón de enviar y sentí cómo mis manos empezaban a temblar. Debió pasar poco más de un minuto cuando volvió a sonar el móvil y, esta vez, era una llamada, según el aparato, de Julia. Mis nervios aumentaron, me empezaron a sudar las manos y sentí como la respiración se me detuvo por unos instantes, mientras pensaba en contestar. Al fin, me armé de valor y, después de inspirar y expirar, apreté el botón y descolgué.

Palomas al vuelo © (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora