Capítulo 14

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Julia llegó a mi casa a las diez en punto de la mañana. Cogí mi bolsa y nos despedimos de mi madre, antes de montarnos en la moto y emprender el viaje. Tardamos apenas una hora en llegar y, cuando detuvo la moto frente a un hotel en medio de la montaña, yo ya tenía una ligera idea de la sorpresa que me había preparado. Lo que no me esperaba, en absoluto, era la habitación que nos aguardaba.

Julia abrió la puerta y dejó que entrara yo primera. Mi cara de asombro le hizo soltar una pequeña carcajada. Nada más poner un pie dentro de la habitación, a mi derecha, había una amplia cristalera transparente que cubría el baño y, sin necesidad de entrar en él, pude ver un gran jacuzzi en el que cabía una familia entera; dos picas, una junto a la otra, con un amplio espejo sobre ellas; y el inodoro. Me giré para mirar a Julia y volvió a reírse, a la vez que me hacía un ademán con la mano para que siguiera mi camino. Pasado el baño, descubrí un elegante sofá, una mesita y un pequeño armario, en el que guardamos nuestras bolsas. Más adelante, se encontraba una cama gigantesca, cubierta de pétalos de rosa rojos y, sobre la mesita de noche, una botella de champán y dos copas. Frente a la cama, había una pantalla plana de, al menos, cincuenta pulgadas.

—Pero, ¿cuánto te ha costado esto? Estás loca —exclamé.

—Tenía unos ahorros que ya no necesitaré. —Después de sonreír, me rodeó la cintura con sus brazos—. Quería ofrecerte algo especial, antes de irme —su mirada se entristeció y presioné mi dedo índice sobre sus labios.

—No pienses en eso, ahora –intenté disimular mi voz quebrada—. Todavía tenemos tiempo.

—Te amo tanto, Alicia —me abrazó, más fuerte, y suspiró. No estaba acostumbrada a que me dijera aquello. Pese a que lo demostraba cada día, le era complicado expresarlo con palabras. Sentí mis ojos empañados,a punto de echarme a llorar, pero no podía hacerlo. No debía arruinar, con mis llantos, aquel fin de semana especial. La rodeé con mis brazos y escondí mi rostro en el hueco de su cuello, sin decir una palabra—. ¿Prefieres cama o jacuzzi? —dijo, tras un rato de absoluto silencio, y mostró una sonrisa taimada.

—¿No estarás pensando en...? —me puso una mano en el pecho y me empujó sobre la cama.

—Creo que el jacuzzi puede esperar hasta la noche –se sentó sobre mí, con las rodillas a ambos lados de mi cintura y me agarró de las muñecas, presionándolas contra la cama, mientras empezaba a besarme el cuello.

Nos pasamos las tres horas siguientes redescubriendo cada rincón de nuestro cuerpo, se aseguró de que supiera lo que significaba ser multiorgásmica y terminamos extasiadas. Me despertó una hora después y me apremió para ir a comer, asegurándome que podría comerse un caballo.

Nos duchamos a toda prisa y bajamos al restaurante del hotel. La comida era exquisita, aunque Julia, después de devorar su plato, se quedó con hambre, así que le di parte del mío. Después, arrasó con mi postre y con el suyo.

—No sé dónde metes tanta comida —me reí.

—Solo estoy tomando energía para luego. Y tú deberías hacer lo mismo —alargó su mano para coger la mía y me guiñó un ojo—. No te voy a dejar dormir en toda la noche.

—No sé si podré aguantar tanto —entrelacé mis dedos con los suyos.

—Me aseguraré de que lo hagas —se puso en pie y me arrastró con ella—. ¿Qué te parece si vamos a pasear? Al parecer, hay una pequeña cascada detrás del hotel.

—¿En serio? Eso hay que verlo. También podríamos hacernos fotos —dije entusiasmada, rodeando su cintura con mi brazo, mientras ella colocaba el suyo sobre mis hombros.

Palomas al vuelo © (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora