III

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Septiembre 5 de 2014, 12:05 PM.

Había revisado la casa del anciano, una enorme mansión con más de siete habitaciones, busqué a alguien a quien pedir ayuda pero no había ningún empleado que me ayudará a salir del lugar, las puertas estaban atrancadas con llave y el hombre que había asesinado no tenía las llaves.

Entré a una enorme habitación, por las fotos supuse que era la del anciano dueño de la casa, abrí los cajones y busqué algo para ponerme pero no había ninguna prenda de ropa para mujer en ninguno de los cajones.

Entré al enorme baño de la habitación y me di una ducha rápida para quitarme el olor a humedad, semen y podrición, pasé la barra de jabón por mi golpeado y magullado cuerpo quejándome por el dolor que los moretones provocaban pero sin embargo la tibia agua ayudaba a que me sintiera mejor. Al salir del baño me envolví en una toalla blanca.

Bajé las escaleras con cuidado, fui a lo que era el cuarto de lavado y ahí vi mi disfraz de Caperucita Roja enganchado en una cuerda de pared a pared.

¿Qué hacia mi disfraz ahí si me lo habían quitado cuando me secuestraron?

Me puse de puntas y tomé el disfraz, quite el gancho y rápidamente me puse el disfraz. Mi estómago rugió de hambre puesto que llevaba días sin comer ni beber nada. Subí las esclareas y fui a la cocina. Abrí la nevera y de esta saqué un poco de jugo y algunas frutas las cuales comí con rapidez.

1:21 PM.

El ruido de la puerta abriéndose me alertó, dejé lo que estaba comiendo y tomé un enorme cuchillo similar al que usan los carniceros. Me oculté dentro de uno de los cajones de la cocina tratando de no hacer ruido y aguardé mi momento para atacar.

El grito desesperado del anciano al ver al que aparentemente era su hijo desangrado en la habitación dónde me tenían captiva interrumpió el silencio.

Los pasos de algunos hombres se escucharon por toda la casa.

Ahora era una presa.

Salí lentamente del lugar dónde me escondía y sin hacer mucho ruido me acerqué a uno de los hombres que estaba distraído observando por la ventana, acomodé el cuchillo en mi mano y con todas las fuerzas que me quedaban lo clavé en su nuca haciendo que este atravesará su cuello. El hombre cayó rápidamente al piso mientras su sangre se esparcía por el blanco mármol.

Quité su arma y la guardé dentro de mi escoté. Caminé rápidamente hacía las escaleras para esconderme debajo de estas, esperé con ansías a que alguno de los otros hombres bajará o se acercará para poder atacar y así saciar mi sed de sangre.

El eco de los gritos enfurecidos del anciano resonaba por toda la casa.

Pasaron varios minutos hasta que un segundo hombre apareció de imprevisto y me jaló bruscamente del cabello, algunas fibras capilares se desprendieron de mi cuero cabelludo y se quedaron en su mano.

El hombre me estrelló contra la pared y el cuchillo cayó al suelo. Este se percató del cuerpo a varios metros de nosotros y me estrelló nuevamente contra la pared.

Mi frente comenzó a sangrar por los golpes.

Trate de zafarme pero sus fuertes manos apretaban mis brazos haciendo que los moretones dolieran más que antes.

— ¡la tengo! — gritó enfurecido el hombre mientras volvía a golpearme.

Dio un fuerte golpe en mi abdomen haciendo que mi aliento se escapara y no pudiera respirar por algunos segundos. Mientras el anciano y otro hombre bajaban las escaleras este dio otro golpe en mis costillas.

Caperucita RojaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora