Los pasillos eran casi igual de anchos que la calle principal del mercado, Lovino hizo todo lo posible para no quedarse con la boca abierta mientras era arrastrado por el brazo junto a su doble.
—¡Deja de tirar, sabemos andar, maldición! —exclamó Lovino parando en seco.
—Perdón —dijo Antonio soltándolo con aquella expresión feliz que parecía ser la predeterminada en él.
—Tch, de todos modos no pinto nada aquí —se quejó Lovino, preparado para volver sobre sus pasos.
—Tenemos tomates —sugirió Antonio.
Ambos italianos lo miraron conteniendo el mostrarse contentos o emocionados por ello.—Si no hay más remedio... —murmuró Lovino, siguiendo a Antonio junto a Cinco de Diamantes.
El palacio le parecía de un tamaño igual o al menos similar al de la ciudad en la que vivía, lo extraño era que el exterior no parecía ser tan grande como para ello por lo que estaba un tanto perdido y confundido.
Tras bastante caminar llegaron a una puerta blanca que Antonio abrió de par en par, indicándoles a ambos que entraran.—¡Cinco de Diamantes! —gritó el residente de la habitación lanzándose hacia el aludido.
—I-idiota, no hagas este tipo de cosas en público —se quejó Cinco de Diamantes, dejándose abrazar-, creía que me habías abandonado...
El semblante de Cinco de Diamantes se puso del color de su ropa, rojo fuerte, como el de un tomate maduro. El hombre que lo abrazaba no pudo evitar sonreír y acariciarle con suavidad el pelo.
—Nunca abandonaría a mi tomatito —susurró sin soltarlo.
—Stupido... —dijo Cinco en el mismo tono de voz.
Antonio se rascó la mejilla aparentemente un tanto incómodo, mirando de vez en cuando a Lovino que se había sonrojado e intentaba no mirar directamente aquella escena.
Lovino se aclaró la garganta, aquello comenzaba a ser vergonzoso, verse a sí mismo siendo abrazado por otro hombre.
—S-suéltame —ordenó Cinco de Diamantes.
El hombre obedeció guiñándole un ojo a su doble. Excepto por su vestimenta, similar a la de su compañero en todo, era idéntico a Antonio, hasta en su sonrisa, una sonrisa que Lovino encontraba estúpida y molesta por razones que no llegaba a comprender.
—Soy Cuatro de Diamantes —se presentó el hombre que había abrazado a Cinco—, el novio de Cinco.
Añadió lo último con un tono que hacía que sonara casi como una advertencia.
—Un placer —dijo Antonio felizmente, a pesar de haberse presentado ya con su doble antes de encontrar a los italianos.
—Dejando esto de lado —comenzó a decir Cinco—, tenemos que volver al lugar del que venimos.
El silencio se adueñó de la habitación, Lovino lo aprovechó para echarle un vistazo al lugar en el que se encontraba, una habitación amplia, decorada con unos cuantos jarrones puestos sobre una gran mesa de madera, la mesilla de noche, y alguna estantería con libros encuadernados.
Cuadros de animales y paisajes tapaban parte de las paredes también, dando un ambiente extraño al resto de blancas paredes que quedaban libres.
Había una cama con una colcha plateada junto a la mesilla de noche, a pocos metros de la cama estaba la mesa que descansaba sobre una alfombra marrón con ribetes dorados y dibujos intrincados.
—Esta es mi habitación —explicó Antonio que parecía haber estado mirándolo mientras le echaba un vistazo a la decoración.
Le lanzó una mirada de molestia, odiaba que la gente lo mirara demasiado, y más cuando lo hacía uno de los ricos que no comprendía su situación ni sus penurias, si al menos fuera una chica guapa... Chasqueó la lengua y levantó la mirada.
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Castillos de magia y sueños [Spamano]
FanfictionEn un lugar de magia en el que los cuentos son historias verídicas vive Lovino Vargas, pasando el día a día como puede hasta que un día, todo cambia, se ve obligado a dejar la ciudad que detesta para emprender un viaje, ¿qué encontrará en él? ~~~~~~...