Salir de la ciudad fue bastante fácil, los guardias aún no habían comenzado a buscar al sultán, algo que tanto Lovino como Cinco agradecieron teniendo en cuenta que llevaban a dos personas con el mismo aspecto y una de ellas era realmente el sultán.
Partieron por la salida este de la ciudad, rumbo a las granjas de camellos. Iban a necesitar transporte para llegar a la zona de cultivos, el desierto era traicionero y la cantidad de espejismos, mortal. Los camellos habían sido entrenados durante generaciones para poder guiarse por el desierto de forma natural, ignorando los espejismos sin perderse entre las dunas.
¿La pega de este asunto? Las granjas de camellos estaban a unas dos horas a pie entre la cálida arena. Cálida por suavizarlo, con el sol sobre ella todo el día, la arena alcanzaba temperaturas insoportables, sin un buen calzado no podía cruzarse ni una cuarta parte del terreno antes de acabar con quemaduras graves en los pies.
Aquella era la primera vez que Lovino salía de la ciudad, había escuchado historias y leyendas de personas perdidas, de fantasmas vagabundos en busca del agua que no pudieron encontrar en vida. Aquel lugar ya le producía escalofríos de día, no quería quedarse de noche.
Al menos las botas cumplían su función, pensó caminando con dificultad por la arena, iba de último hundiéndose en las dunas cada vez más a medida que avanzaba pero no sentía el calor del desierto en los pies, tan solo el del sol iluminando el lugar y aumentando la sensación térmica. Si el infierno existía, debía parecerse bastante a aquel lugar seco e inhóspito.
—¡Venga, Lovino! —lo instó Antonio, sonriendo ampliamente y ondeando los brazos, ¿no tenía calor?
Para ser un tipo que no salía del palacio tenía mucha histamina, demasiada, pensó Lovino molesto rodando los ojos sin dejar de caminar, no necesitaba que nadie le diera ánimos para continuar, nadie lo había hecho en toda su vida, siempre había estado solo desde que su hermano se había ido.
Al menos llevaban ya casi una hora de camino... habían pasado la mayor parte, aunque se aventuraban en la zona en la que podían comenzar a aparecer espejismos, quien hubiera puesto las granjas de camellos a esa distancia no era muy inteligente, eso o quería molestar mucho a los viajeros. A pesar del tamaño de la capital, apenas había camellos en ella, por lo que si se deseaba comenzar un viaje, uno tenía que hacerlo a pie o con magia.
—Oye, bastardo de los tomates —llamó Lovino—, eres un mago, ¿no puedes teletransportarnos a las granjas de camellos en vez de tenernos andando todo el maldito camino?
—¿Eh? Pero hacer el viaje poco a poco es más divertido —se excusó Antonio sin dejar de sonreír—, además, como no he estado allí podríamos acabar incrustados en una pared o en el interior de un camello.
—Lo que estás diciendo es que tu magia no sirve de nada —resumió Lovino enarcando una ceja.
—Estoy haciendo todo lo que puedo, siento no ser de más ayuda, Lovino —replicó juntando las manos y volviendo a darse la vuelta.
Cinco y Cuatro les dirigieron una mirada curiosa desde la delantera. Cuatro susurró algo que ni Lovino ni Antonio llegaron a escuchar. Cinco lo miró molesto y finalmente asintió mirando al suelo.
Lovino apuró el paso y adelantó a Antonio que lo miró desconcertado para finalmente encogerse de hombros.
—¿Qué decíais? —preguntó Antonio tras Lovino, alzando la voz para que lo escucharan.
—Solo que, nosotros debíamos de vernos así cuando nos conocimos —dijo Cuatro rascándose la nuca.
Si las miradas mataran, Cuatro habría caído fulminado en ese mismo instante. Lovino estaba furioso, ¿qué estaba insinuando? No iba a salir con aquel sultán despistado ni en un millón de años, ahora no solo Flavio le buscaba pareja, también lo hacía alguien que salía con su doble en otro mundo, lo que le faltaba.
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Castillos de magia y sueños [Spamano]
FanficEn un lugar de magia en el que los cuentos son historias verídicas vive Lovino Vargas, pasando el día a día como puede hasta que un día, todo cambia, se ve obligado a dejar la ciudad que detesta para emprender un viaje, ¿qué encontrará en él? ~~~~~~...