Capítulo 9, Calles de luz

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Entraron en los baños tras cambiarse. Pese a la ropa que solía llevar, a Lovino no le resultaba particularmente cómodo el estar desnudo en compañía de otro hombre. Lo único que tapaba parte de su cuerpo en aquel momento era una toalla blanca que llevaba envuelta alrededor de la cintura. Antonio iba vestido de la misma forma, probablemente… realmente no se había atrevido a mirar a su acompañante de cintura para abajo, así que solo podía adivinar.

El vapor del agua caliente hacía que la visibilidad fuera bastante reducida. El lugar era una habitación cerrada, con techo. A Lovino le pareció del tamaño de una de las enormes habitaciones del palacio de Antonio. Había dos hileras a ambos extremos de la habitación con un buen número de grifos. Al fondo, lleno de vapor, había una enorme pila cuadrada llena de agua.

—Ahhh… —se escuchó al fondo de la habitación.

Antonio y Lovino intercambiaron miradas de sospecha.

—¿Cinco, Cuatro? —llamó Antonio.
Se escucharon chapoteos al otro lado de la habitación.

—Sí, estamos aquí —respondió Cinco.

Su voz sonaba como si acabara de hacer algún tipo de esfuerzo físico. Sinceramente, Lovino no quería saber más sobre el tema, ya había tenido suficientes imágenes mentales indecentes por un día.
Se sentó junto a uno de los grifos y cogió uno de los cubos cercanos, llenándolo de agua caliente y comenzando a asearse.

—¿Quieres que te lave la espalda, Lovino? —preguntó animado Antonio.

—¡Métete en tus asuntos! —gritó el aludido, lanzándole una esponja.

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No mucho rato después. Tras quedarse un rato sumergidos en el agua de la pila del fondo. Los cuatro salieron de los baños ya vestidos.

Antonio llevaba el manual de los brazaletes en el bolsillo, o eso había descubierto cuando había comenzado a cambiarse. Lovino entendía ahora parte del funcionamiento del aparato. Obviamente era mágico y las piedras que actuaban como botones permitían el cambio de ropa cuando la persona pensaba en aquello que deseaba vestir.

¿Las condiciones para que el brazalete funcionara? El usuario debía llevar ya algún tipo de ropa encima y, pese a que el brazalete cambiaba la forma como el usuario quería, el diseño general y el color estaban a cargo de Flavio. Aunque aquello lo había visto venir, Flavio nunca dejaría que la gente se pusiera ropa no fabulosa si él podía permitirlo.

Las ropas que llevaban eran bastante similares. Trajes para un festival, aunque Flavio probablemente se había equivocado con la etnia. Yukatas azules con distintos motivos para cada uno.

El único que sabía de dónde eran aquellos extraños ropajes era Antonio, conocía al emperador de Shirokumo solía llevar ese tipo de ropa, aunque con muchos más adornos de los que ellos disponían.

—¿Qué hacemos entonces? —susurró Cinco más alto de lo que debía.

Antonio y Lovino que iban en cabeza se dieron la vuelta. Cinco y Cuatro les devolvieron la mirada y el segundo finalmente se dignó a explicarse:

—Ehm… Es que…

Estaba moviendo las manos y desviando la mirada de vez en cuando mientras hablaba.

—¿Sí? —preguntó Antonio sin comprender.

—Nos gustaría tener un tiempo como pareja durante el festival —finalizó Cinco.

Lovino asintió, aquello era normal. Estuvo a punto de dejar que una sonrisa se posara en la comisura de sus labios. Pero decidió mantener una expresión serena al recordar que probablemente tendría que hacer de canguro del inútil del sultán.

Castillos de magia y sueños [Spamano]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora