Capítulo 8, ¡Cabalgata! ¿Eh? ¿Aún no?

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Bueno, bueno, ¿os habéis portado bien? Me han dejado algo bajo el árbol para vosotras. ¿Qué será? ¡Una actualización! (Yay, por si no era evidente) Feliz día de reyes lo celebréis o no (servidora no lo celebra y lo felicita igual porque YOLO).


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Corrió y corrió. Cuando miró atrás ya casi se había olvidado de qué estaba huyendo.

Leyendas, verduleros perturbados. Tch, en aquel lugar estaban más locos que en la capital. Sí... al menos conocía las calles de la capital, en aquel lugar, estaba más perdido que un pez en el desierto. ¿Por dónde había venido? Se encontraba delante de una enorme construcción de madera completamente cubierta de flores de todo tipo, una carroza que en aquel momento se encontraba parada aún a espera de que el desfile comenzara. Menuda forma de malgastar tierras de cultivos si usaban las flores de aquella forma. La de tomates que podrían haber cosechado en lugar de aquellas flores.

Flores... por su mente pasó el fugaz recuerdo de Antonio dándole aquella flor en la capital. Hablando de malgastar y de estúpidos. Hacía unas cuantas horas que lo conocía, no lo comprendía, de hecho lo detestaba. Odiaba a la gente como él. Personas que no comprendían lo que los demás tenían que pasar para vivir siquiera. Un rico que nunca entendería lo que él había vivido.

Y aun así... No, no sigas por ahí. Pensó molesto negando con la cabeza. Miró a su alrededor. La enorme carroza continuaba parada pero estaba comenzando a llegar más gente.

Echó a andar calle abajo, cuestionándose lo que iba a hacer de ahora en adelante. El pueblo no era lo suficientemente grande como para que no fuera a encontrarse con Antonio y los demás cuando llegaran. Y... por mala suerte allí estaban, rojos por el sol del desierto, con las ropas llenas de arena. Sus tres compañeros de viaje, igual de sorprendidos que él.

—¡Lovino! —exclamó el que supuso que era Antonio con una sonrisa radiante.

Cuatro, probablemente, dado que no sabía distinguirlos, apartó la mirada con aspecto avergonzado. Cinco miró a Cuatro extrañado y sospechoso. Ugh, esperaba que no pensara que por culpa de las estúpidas expresiones del idiota de Cuatro, hubiera pasado algo entre ellos.

—Siento lo de antes —dijo Cuatro antes de que pudiera aclarar nada.

—¿Qué? —inquirió Lovino, pensando que había oído mal.

—Hablé sin pensar, solo por cómo me sentía, pido perdón por ello —continuó él.

Oh mierda. No se había preparado para una disculpa. Apartó la mirada sin saber muy bien a dónde dirigirla, quizás aquello haría más fácil el responderle.

—Está bien —dijo sin más.

Ya hacía bastante con aceptar sus disculpas, ¿no? Decir algo más le resultaba prácticamente imposible. Y probablemente acabara insultándolo de nuevo, aquella era su especialidad.

Cinco y Antonio los miraban curiosos. Ja. No pensaba explicar nada de lo que había pasado. La conversación que habían mantenido había sido estúpida y todo por la escasa paciencia que tenía Cuatro. Cinco estaba perfectamente y él había querido internarse de nuevo en una tormenta de arena de la que podría no haber salido solo porque tardaba un poco.

—¡Vayamos a ver la cabalgata! —sugirió Antonio rompiendo el ambiente en un montón de pedazos.

Hablando de estúpidos que no sabían leer el ambiente, ¿huh?

Castillos de magia y sueños [Spamano]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora