Capítulo 4

83 7 0
                                        

Tengo que reconocer que desde un primer momento la idea de jugar a ese juego llamado La Cadena me aterraba profundamente. ¿Cómo habíamos oído hablar de él mis amigas y yo? Como era de esperar, a una de nosotras nos la jugaron. Ella estaba hundida, no había lugar a dudas que ella se había hecho muchísimas ilusiones con el chico que la terminó engañando. Y descubrir que todo había sido parte de un juego la hacía sentirse más humillada. Todo aquello durante los primeros días me mantuvo un poco alerta. ¿Cómo alguien podía participar el una clase de juego como aquel? Te engañan, y tú decides hacer lo mismo por venganza. Siendo honestos, aquel juego no me tenía lógica. No tenía ni pies ni cabeza, ya que si se trataba de venganza, en ningún momento terminas haciendo daño a la persona que te lo hizo, sino a una completamente inocente. Entonces cuando ella explicó que la única forma de poder salir de aquel sentimiento de humillación era haciendo exactamente lo mismo que le hicieron a ella, y que nosotras, por ser amigas suyas, teníamos que participar, sin duda me hizo negarme en rotundo. Aún recuerdo mi reacción como si fuera ayer. Estábamos en una de nuestras cafeterías favoritas tomando algo mientras nuestra amiga nos estaba contando todo aquello. No me terminé el café, tampoco tenía ningún interés ya que estaba tibio. Pero me había levantado de la mesa bastante molesta, me acerqué a la barra y pagué mi consumición. Acto seguido solo me acerqué a la mesa donde se encontraban mis amigas para decirles que me negaba a ello, y que ellas no deberían que participar en ese juego. No dije más, simplemente abandoné aquel lugar y quise ignorar todo lo que había escuchado aquella tarde.

No fue posible ya que al día siguiente ellas seguían con el mismo tema de conversación. Intentaron por todos los medios que yo me uniera al juego. Pero yo seguía con mi posición e ideas. Traté de sonar mucho más tranquila y no tratar de hacer la misma escena del día anterior en la cafetería para decirles que no estaba dispuesta a hacer daño a nadie, y mucho menos teniendo en cuenta de que yo tenía pareja. Era cierto también que mi relación con Néstor no estaba del todo bien, pero aún así nunca se me pasaría por la cabeza traicionarlo. La que llevaba la voz cantante era sin duda Teresa. Tenía una forma tan particular de hacerte sentir con remordimientos a base de preguntas y que tú misma fueras capaz de replanteartelas en tu cabeza. Como si no iba a dejar que nuestra amiga no tuviera la oportunidad de vengarse. ¿Qué clase de pregunta era aquella? Yo no decidía en la vida de ella, era completamente libre de hacer lo que quisiera, pero simplemente quería que ellas respetaran mi decisión de estar al margen. ¡Por el amor de Dios! Estábamos en la universidad, creo que ya teníamos una edad como para saber qué estaba bien y qué estaba mal. Y unirme a algo como aquello sin duda iba a reconcomerme por dentro. No era ético. ¿Era acaso la única que trataba de analizar toda la situación desde un punto de vista lógico?

Al parecer Teresa no seguía con su idea de ayudar a nuestra amiga. Hasta no dudó en comentarme que si todas participamos en aquello podíamos divertirnos. ¿Divertirnos? Aquello era lo que me faltaba por escuchar. ¿Cómo podía tener la cara de decir que ese juego podría ser algo divertido? ¿En serio estaba hablando con la misma Teresa sensata? Teresa nunca se comportaba de esa forma, de nuestro grupo de amigas, ella era la que siempre tenía los pies en la tierra. La que siempre pensaba dos veces antes de actuar. Pero desde que nuestra amiga le contó lo de La Cadena, parece como si Teresa perdiera todo uso de razón y se dejara invadir por la absurdez del juego.

— En serio, no te reconozco... —le había dicho con un tono lastimero.

— La que no te está reconocimiento en estos momentos soy yo a ti. Vamos, Nerea, si es por Néstor, vuestra relación ya tiene fecha de caducidad. En unos días ya no estaréis juntos. No creo que te cueste tanto.

— La moral y la ética, y ya me parece bastante.

Mis amigas estaban al tanto de que un día para otro podía aparecer y decirles que Néstor y yo ya no estábamos juntos. Obviamente le había dado las suficientes vueltas a mi cabeza para replantearme si quería seguir con él o no, y como era de esperar todas las posibilidades apuntaban directamente a aquel "no". Pero aun así, que Teresa aprovechara mi mala situación sentimental para hacerme chantaje sobre el juego me pareció bastante rastrero. No podía participar en todo aquello porque iba por encima de todo lo que yo me consideraba como persona. No me parecía divertido hacer daño a la gente. Y aquel adjetivo sin duda me salió como un pequeño cuchillo a la sugerencia de mi amiga. No era tan difícil de entender, yo respetaba su macabra idea, que ellas pudieran respetar la mía.

La Cadena.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora