Capítulo 5

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Después de varios minutos que me parecieron eternos, al fin Néstor entró en razón y optó por irse a su casa. Le acompañé hasta la puerta, y antes de que se fuera todavía aún más arrepentido de lo que estaba, no dudé en darle un abrazo. Él sí me importaba, pero antes tendría que descubrir por mis propios medios de qué forma en concreto. Regresé a mi habitación y comencé a apagar todas las velas que todavía encendidas. Luego saqué de unos de los cajones de mi escritorio una pequeña cesta y comencé a colocarlas ahí una por una. Me agaché para recoger todos los pétalos de rosa que estaban por el suelo, por la cama y un escalofrío comenzó a recorrer todo mi cuerpo. No conseguía quitarme a Néstor de la cabeza, era horrible. Estaba todavía más presente en mis pensamientos que cuando éramos novios. ¿Por qué tenía que pasarme todo esto a mí?

El recuerdo de cómo conocí empezó a hacerse presente. Era uno de los primeros días de la facultad. Me encontraba bastante perdida con todo el asunto de cuáles eran las clases interactivas, y cuáles las expositivas. Y aquello no me parecía lo peor, las clases y los distintos pisos hacían todavía más desafiante saber dónde y cuándo tenía cada clase. Entonces ese chico estaba al fondo del pasillo, justo enfrente de lo que parecía ser la biblioteca. Vestido con unos jeans desgastados y rotos en ambas rodillas, con una sudadera de color mostaza que hacía resaltar el moreno de su piel. Él estaba con una de sus sonrisas tan características, le estaba indicando a dos jóvenes, que al parecer también eran novatos, dónde se encontraba el aula que estaban buscando. Mi primer instinto fue en acercarme a él y en preguntarme si me podía explicar un poco mi horario. Cuando su vista se posó en la mía, después haberle echado un ojo a mi horario, nuestros ojos tuvieron una especie de conexión que nunca antes había tenido con nadie. Fue algo bastante extraño de explicar. Era como si de alguna manera supiéramos que estábamos destinados a algo más que simples compañeros de facultad.

Aquella sonrisa que antes les estaba mostrando a aquellos jóvenes ahora era tan solo para mí. Era un poco distinta, ya que mientras a ellos les daba una sonrisa de inocencia y amabilidad, la mía transmitía algo más. Me quedé bloqueada, de cerca era todavía más impactante que a lo lejos: una jodida y perfecta sonrisa. Creo que fue en ese preciso instante que supe que aquel chico era alguien increíblemente especial. Es una locura pensar eso de alguien a quien no conoces en absoluto, pero él enseguida se hizo conocer. Se me presentó: Néstor Basteiro era su nombre. Me ayudó en todo lo que estaba en sus manos para poder aclararme ese día en la facultad. Sin duda la forma en la que me estaba explicando cómo debía entender mi horario lo estaba haciendo de forma muy sencilla y lógica. Sus palabras se posaban con delicadeza y mis oídos simplemente se sentían hipnotizados por el tono de su voz. Aquel chico era todo bondad. Nuestra primera escena pasó de ser una copia barata de una película americana, a una comedia ya que a ninguno de los dos se nos acordó pedir el número de teléfono del otro. En aquel momento me pareció completamente imposible volver a encontrarte con alguien cuando todavía no te dabas encontrado a ti misma. Pero el destino volvió a jugar a nuestro favor y al día siguiente pudimos encontrarnos en la cafetería. Al parecer ambos habíamos optado por comer el segundo día en el mismo sitio. Había hablado con varias compañeras de clase esos dos días, pero ninguna de ellas había tenido la idea de comer en la facultad. Tenían planes con los que eran amigos de toda la vida entonces se irían a comer por el centro. Por eso mismo, cuando Néstor observó que yo estaba a punto de sentarme sola a comer, él me hizo un hueco entre el grupo de sus amigos. Sin duda todo lo que le rodeaba a aquel chico era algo perfecto y surrealista. Él me ofreció nuevamente su ayuda en caso de que yo pudiera seguir teniendo problemas con mi horario o para localizar alguna clase. En general para cualquier duda que se me presentara. Entonces no cometió el error dos veces, esta vez fue más listo y me pidió el número de teléfono.

Sus amigos se comportaron realmente bien conmigo, y ver como Néstor era conmigo, la forma en la que me miraba, sus amigos fueron los primeros en darse cuenta del interés que él tenía hacia a mí. Hubo algún que otro comentario en el que Néstor fue dejado en evidencia, pero sin ninguna mala intención. Néstor se sonrojó en más de una ocasión, y el no tomarse a mal aquellos comentarios se me hizo todavía aún más tierno.

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