Capítulo 7

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Al día siguiente Nicolás Andrade se encontraba de un lado para otro en la habitación de su hermano pequeño Pablo. El pequeño miraba a Nicolás con los brazos cruzados y con cierto hastío ya que no entendía la repentina preocupación de su hermano a la hora de buscarle por ciertos materiales escolares.

— ¿Por qué tengo que hacerlo? —Pregunta con cierta molestia en su voz.

Nicolás le había explicado por encima que Carlos quería llevarlo a unas clases particulares, pero al ver que Pablo no se estaba creyendo de todo esa amabilidad por parte del amigo de su hermano, Nicolás no tuvo de otra que sentarse en el salón el día anterior y comenzar a explicarle que realmente era parte de un plan. No quiso explicarle que se trataba de un juego de venganza, su hermano no estaba preparado para aquellas cosas todavía. Aunque Pablo tuviera nueve años, y aunque físicamente pudiera aparentar menos edad, aquel niño era demasiado listo.

Ahora Nicolás simplemente estaba tratando de organizar un poco la habitación de su hermano y coger aquellas cosas que pudieran ser útiles para las clases particulares; entre ellas los libros de hace dos años de Pablo.

— Ya sabes que se trata de una mentira piadosa, Pablo. Solo durará un par de días. Piensa en la parte positiva, tú tendrás clases particulares gratis.

— Pero yo no quiero mentir —pronuncia con preocupación.

Deja de buscar entre una de las estanterías de la habitación de su hermano para girarle y mirarle a los ojos. Su hermano era un buen niño, nunca se había metido en ningún problema y nunca había mentido, por eso sabía que la mirada de su hermano era de preocupación por si estaba haciendo algo malo. Se agacha para poder quedar a la misma altura de su hermano y le explica que todo iba a salir bien. Quien iba a mentir en todo aquello era Carlos, ya que a él le gustaba esa chica y por culpa de unos nervios lo único que se le había ocurrido para acercarse a ella era diciendo que tenía un hijo.

— Tú solo tienes que decir que te llamas David —rueda sus ojos al pensar en lo estúpido que había sido Carlos en tener que inventarse un nombre y no decir directamente Pablo—. Y tratar a Carlos como si fuera tu hermano mayor. Como si fuera yo. ¿A que no es tan dificil?

La forma en la que Nicolás estaba hablando con él había conseguido que su hermano pequeño se sintiera todavía un poco más molesto. Él no se consideraba tonto, y no hacía falta que le explicara las cosas como si lo fuera, por eso mismo el pequeño se cruza de brazos y le dice que a cambio quería poder estar un mínimo de dos horas todos los días de la semana viendo la televisión.

Inconscientemente Nicolás se comienza a reír al darse cuenta del trato más absurdo que había hecho su hermano.

— Está bien. No tengo ningún problema en cederte la televisión mientras tú me hagas ese favor. Pero siempre y cuando lo hagas desde el sofá y no tumbado enfrente de ella.

Pablo sonríe con ilusión y coloca sus dos dedos pulgares enfrente de Nicolás para darle a entender que había hecho un trato. En aquel momento escucha como llamaban a la puerta y va hacia la entrada para poder abrirla. Al ver que se trataba de Carlos no duda en hacerse a un lado e invitar a su amigo a pasar.

— No te preocupes, mi hermano ya está al tanto de todo lo que tiene que hacer.

Carlos le muestra una mirada de alivia a su amigo. Sabía que no era correcto lo que estaba haciendo. Sabía que aquella mentira se estaba haciendo cada vez más grande y cuando algo se hace más grande cuando explota el resultado es más catastrófico. Sabía también que meter a Pablo en toda aquella historia se convertía en algo aún más rastrero. ¿Pero acaso tenía otra solución? Quizás si la había, pero Carlos no era capaz de visualizarla.

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