20-8-2015

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Aquella vez que me besaste yo tenía la cabeza en otra parte.
Todo daba vueltas y la oscuridad de la noche me confundía.
Las risas flojas y los pasos mal dados me hacian parecer una borracha más pero, allí estaba tu mano para sostenerme justo al borde de la carretera.

Y me cojiste de la cintura con cuidado y sonriendo como si fuera una muñeca de papel, resvalé cayendo al suelo pero no me hice daño porque el cariño embriagado del ambiente me sostuvo.
Pusiste tu brazo junto al mío y tu cara cerca de mi cara para vernos más de cerca, para ver a través de tus pupilas quien eras.
Y mientras hablábamos de cosas sin sentido acariciaste mi brazo lentamente, me pareció que no eran tus dedos sino la brisa que corre a veces por las calles.
Te pregunté entonces aquella obvia y estúpida pregunta y me respondiste con un beso.

Bajo el cielo oscuro y sobre el asfalto me besaste y juntamos boca con boca para mezclar nuestras salivas.
Para mezclar experiencias y entrelazar nuestros dedos.
Y aunque no fuera entrelazarlos eternamente me sentí eterna, porque el amor a veces es así, pequeños gestos que te hacen grande.



(Que el destino nos vuelva a juntar...)

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