ACTO II; Escena III

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Venecia. -Una habitación en casa de SHYLOCK.

Entran JESSICA y LAUNCELOT.


JESSICA.- Estoy enfadada porque abandonas así a mi padre; nuestra


casa es un infierno, y tú, alegre diablo, divertías un poco su


atmósfera de fastidio. Sin embargo, que lo pases bien; aquí tienes


un ducado para ti. Esta noche, en la cena, Launcelot, verás a


Lorenzo, que es el convidado de tu nuevo amo; dale esta carta en
secreto, y ahora, adiós; no querría que mi padre me viese hablar


contigo.


LAUNCELOT.- ¡Adiós! Mis lágrimas hablan por mi lengua. ¡Encantadora


pagana! ¡Deliciosa judía! Si algún cristiano no hace alguna fechoría


y te consigue, mucho me equivocaré. Pero adiós, que estas necias


lágrimas ahogan un poco mi valor varonil.


JESSICA.- Adiós, mi buen Launcelot. (Sale LAUNCELOT.) ¡Ay, qué


aborrecible pecado cometo al avergonzarme de ser hija de mi padre!


Pero, aunque soy su hija por la sangre, no lo soy por el carácter.


¡Oh, Lorenzo! Si mantienes tu promesa, haré cesar la lucha,


convirtiéndome en cristiana y tu amante esposa. (Sale.)

El Mercader de VeneciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora