Capitulo 2: ENCAJE CASI PERFECTO

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Los tres días que separan mi llegada a San Juan de mi primer día de clases se pasan volando. El viernes vamos con mamá a conocer la ciudad en la tarde. Me gusta mucho la tranquilidad. No veo a ninguna persona correr, apurada por realizar un trámite, y noto muchos jóvenes, aparentemente amigos, riendo, y eso me transmite tranquilidad.

En la noche hago video llamada con mis amigos de Córdoba. Están todos bien. Algunos dicen extrañarme, y esperan que no los olvide nunca. Soñamos con el día en que volveré a Córdoba. Me comentan de rumores de un compañero nuevo en su curso. Su curso, el que apenas hace un mes era nuestro curso.

A pesar de solo ver sus rostros en un holograma que se reproduce a centímetros de mi cara, siento como si estuvieran conmigo, y deseo que sea así.

El sábado instalo un par de muebles y electrodomésticos con papá. Me encanta pasar tiempo con él. Somos como amigos, él es muy divertido, y siempre buscamos el momento ideal para hacer alguna travesura, que seguramente involucra a mamá. Si bien ya tengo 17 años, y el 39, somos como dos niños juntos.

Y el domingo la pasamos en un paseo de compras, donde compramos un par de cosas para el colegio.

Luego de la pesadilla del jueves por la noche, temo cada día que pasa volver a tener alguna parecida, pero no, no pasa nada. Solo sueños normales, inclusive no recuerdo la gran parte de ellos. En cambio, las pesadillas del colectivo y la de la primera noche, las recuerdo perfectamente, como si las hubiese vivido

***

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Desayuno con ansias. Abro una caja de cereal, y vuelco un poco en un tazón con algo de leche. Tengo ganas de llegar rápidamente al colegio. El horario de entrada es a las 8:00 a.m. y me tengo que ir en colectivo. Tengo miedo de viajar en colectivo, aunque Lucia me dejo una nota en la mesa del living con un croquis para no perderme. Que miedo más infantil. Pero en esta ciudad nueva y desconocida para mí, me siento como un niño, y todos los miedos infantiles son realistas.

La parada del colectivo es en la esquina de mi casa. Camino hasta ella con grandes expectativas. Esta amaneciendo, y la luz del sol aún no brilla en todo su esplendor, pero los primeros rayos se asoman a lo lejos, al borde de cerros coronados de un cielo rosado. Al llegar a la parada, veo a otro chico con el mismo uniforme que el mío – unos pantalones de vestir gris, un saco color azul petróleo con los bordes celestes, una camisa blanca y una corbata a rayas celeste y azul – parado en la esquina. El uniforme me encanta, pero no para usarlo en esta estación del año. Es verano aún, y el calor no daba tregua.

Me paro junto al chico y reconozco esa cabellera rojiza. Es el chico que estaba barriendo sin remera el primer día que llegue. Cuando voltea a verme, puedo ver que tiene unos ojos celestes profundos que le hacen juego con el uniforme. Al darse cuenta de quién soy yo, despliega una sonrisa de piano gigante. Cuando me estira la mano supe para mí que seremos muy buenos amigos. Aprieto su mano con fuerza y en ningún momento desaparece de su rostro su sonrisa.

-Hola, soy Lucas, Lucas Álamos – dice al soltar mi mano.

-Hola Lucas, yo soy Túpac Otiñano.

-¿Eres nuevo en el barrio?

-Sí, soy nuevo en todo en realidad. No soy de acá.

-¿Córdoba no es cierto?

-Sí. El acento me delata.

-Si – me dice seguido de una risa compartida.

-Yo también soy nuevo en el barrio, y ahora en el colegio.

-¿Tampoco sos de San Juan?

-En realidad si, solo que de un pueblo más lejano. Hace una semana que vivo acá, y ahora empezare el colegio.

CAPOLOHUA: El Vigésimo Quinto DescendienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora