Capitulo 4: FIESTA Y CONFUSIÓN

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Es lunes. No tengo necesidad de parar el despertador. Tuve una noche mala, en la que me despertaba cada media hora, y decido levantarme cuando quedan 10 minutos para que sonara el despertador, por lo que simplemente lo cancelo. No tengo sueño ya. Me extraña la ausencia de pesadillas..

Al bajar, ya con la mitad del uniforme puesto, y la otra mitad – saco, corbata y zapatos – en mis brazos, noto que papá aún no se despertaba. Seguramente entrara más tarde al trabajo. Dejo en el sillón del living lo que me falta ponerme, y me dirijo a la cocina para desayunar.

Enciendo la notebook, y miro rápidamente las noticias de San Juan en una página web, y una me llama la atención. Una casa en Rawson, una localidad pegada a la ciudad, ardió en llamas anoche, hasta que los bomberos lograron apaciguar las llamas. Lo que me llama la atención fue el hecho de que no encontraron a nadie en esa casa, y fueron los vecinos quienes llamaron a emergencia. Nadie se presentó en la casa como habitantes de ella.

Miro el reloj y apuro las cosas, para no llegar tarde.

Como es habitual, me encuentro con Lucas en la parada. Al verme sonríe, dándome a entender que hoy amaneció de humor. Aunque es extraño que no sea así. Es una persona tan alegre, tan feliz y seguro de sí mismo, que genera esa misma felicidad a las personas que lo rodean, incluyéndome.

-¿Cómo te has despertado?

-Mejor que vos no creo – su sonrisa se extiende aún más –. Jamás creo que pueda hacerlo.

-No digas eso. No siempre tengo días buenos.

El sábado me parece que fue uno de esos días. La sonrisa ausente de Lucas ese día me producía una especie de frio en mi interior. No estaba acostumbrado a verlo tan serio como ese día.

-¿Qué te pasaba el sábado? – no puedo evitar preguntar.

-¿El sábado? ¿Por qué? – su tono intrigado es serio, pero algo me hace dudar de su credibilidad. Sé que se ha dado cuenta de que estuvo raro durante el campamento, y no lograba entender porque.

El colectivo llega antes de que expresara mi inquietud, y al ser los dos únicos pasajeros en tomarlo en esa parada, la conversación se ve interrumpida momentáneamente. Nos sentamos en dos asientos continuos, y antes de que yo retomara la conversación, él la desvía hacia algo que me tomo por sorpresa.

-¿Qué harás este sábado?

-Nada, ¿Por qué?

-Sabes a que me refiero.

Pienso durante un segundo antes de negar con la cabeza. Sábado, sábado. No tengo la más mínima idea de a qué se refiere.

-¡Por tu cumpleaños Túpac! – lo había olvidado totalmente, el próximo sábado es mi cumpleaños. Tengo la cabeza en tantas cosas sin sentido, como Lucas, Eleonor, mis pesadillas, mi vida nueva, que he olvidado que tengo una en realidad –. ¿Tan mal amigo crees que soy, como para olvidar tu cumpleaños?

Ese es Lucas. El Lucas que quiero. El que no se olvida de nada. El que está presente en los detalles con su picara y alegre sonrisa. El que tanto extrañe el sábado, y volver a tocar el tema seria en vano, porque sé que lo desviaría nuevamente para donde quisiera. Olvidare ese día. Eso decido hacer.

-Juro que lo había olvidado – contesto inmediatamente –. No sé, ya hablare con mis padres y veré que hago.

No fue necesario hablar con mis padres. Esa misma tarde Lucas se encargó de todo. Convenció a mis padres de hacer una fiesta para mi cumpleaños, con la teoría de que no siempre cumples 18 años, es un momento único en la vida de una persona, imposible no festejarlo, bla, bla, bla.

CAPOLOHUA: El Vigésimo Quinto DescendienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora